18 de julio de 2012. Segunda parte.
Tras las grandes e importantes salas dedicadas a Lippi, Botticelli y Leonardo, en la sala 17, una sala pequeña, hallamos un cuadro llamativo por la fuerza y el colorido del paisaje que ocupa la zona superior de la pintura respecto al anodino centro temático como si fueran dos obras diferentes enlazadas por algún oscuro motivo: la
Allegoria sacra de Bellini, pero que en las notas tomadas apresuradamente, figura como atribuida a "Bernini".
De hecho, a partir de ese momento los errores y las elipsis se suceden en las anotaciones: la indubitada atribución de un
L'uomo malalto (sic) a Tiziano que, en la visita virtual, aparece como
Ritratto virile y en el catálogo como
Ritratto d'uomo (
l'uomo malato') y cuya adjudicación aun no definitiva al autor es muy reciente después de haber circulado por las "manos" de Leonardo, di Piombo o Lotto; una Venus que no queda claro si es la de Urbino o la
Venere della pernice y de la que no hay autor consignado en las notas aunque por la Red es fácil comprobar que se trata también de una obra del mismo Tiziano; la irrupción de comentarios sobre el cansancio de Marc que se atenua con la llegada de las salas dedicadas a la escultura pobladas de numerosos bustos de emperadores romanos que atraen su atención; la falta de observaciones sobre la sala previa de las miniaturas ni la inmediatamente anterior, la Tribuna, de la que, sin embargo, en un margen aparece mencionada la
Madonna col Bambino del Parmigianino (por la intensidad de la mirada materna); o, finalmente, un
Ritratto di un proveditore alla fortezza della Suda atribuido a Tintoretto del que no hay ni rastro ni en la Wikipedia ni en la web del museo.
En cualquier caso, tras las esculturas comienza la ruta por las salas de la otra ala y la búsqueda de la de Caravaggio que nos interesaba especialmente. A un ritmo bastante más vivo, nos seducen, con mayor o menor intensidad, los azules de la
Salita al Calvario de Battista Franco; el bermellón dominante del
Pilato mostra Gesú al Popolo de Beuckelaer donde, además, el eje temático está tan desplazado respecto al cromático que parece una mera excusa; los sorprendentes (por desconocidos)
Laguna con casa e campanile y
Capriccio lagunare con tomba de Bellotto - también llamado "Canaletto el joven" - cuyo tratamiento de la luz del atardecer parece casi plenamente romántico sin serlo; y, por supuesto, uno de los pintores preferidos del que escribe, Canaletto, con su extraordinaria
Veduta di Palazzo Ducale a Venezia.
Tras tres horas y media, tomamos unos sandwiches en el caro restaurante de la
Galleria y decidimos escoger cuidadosamente lo que hay que ver: quedan muchas salas todavía y el cansancio y la cercanía de la hora de cierre recomiendan seleccionar. Optamos por centrarnos en Caravaggio y sus epígonos y comienza entonces una peregrinación acelerada y desorientada que, tras una pormenorizada explicación de un celador plano en mano, llega a un feliz desenlace con el tiempo justo. La sala nos deja más bien fríos e incluso el famoso Baco nos resulta (quizás por la mezcla de iluminación problemática y fatiga) falto de fuerza y brillantez.
Satisfechos pese a la decepción, nos vamos con una nota de humor, el
Ritratto del Nano Morgante de Bronzino. Están cerrando el museo y salimos. Afuera, otro museo alternativo bulle en los alrededores: pintores aficionados y alguno más profesionalizado, junto con algunos músicos, han tomado el
Piazzale y, por unos momentos, parece que estemos en una auténtica ciudad de la República de las Artes del pasado donde el goce estético ha suplantado al trabajo, la alienación y el consumismo. Es tan sólo un espejismo pero funciona.
De vuelta al apartamento invertimos más de una hora y media en lugar de
los treinta o cuarenta minutos normales. Nos detenemos en el
Duomo
para contemplarlo a la luz del atardecer y caminamos calmadamente por
las silenciosas y acogedoras calles del casco antiguo con algún que otro
instrumento (un piano y al menos un violoncelo en otro momento) sonando
tras las ventanas abiertas: músicos practicando a horas intempestivas.