Via
zapping y vía comentario de un amigo le llegan a uno dos nuevos ejemplos del peligro de que el entusiasmo se convierta en el principal motor del movimiento secesionista para el éxito de sus objetivos.
Por un lado, Oriol Junqueras, un político sensato - y uno de sus mejores activos - se descuelga con unas declaraciones en Bruselas que, de tan audaces, arriesgan más de lo necesario. La idea de una especie de "huelga nacional" o "parón nacional" da por supuesto que la consulta se celebrará, como sea, y que será ganada por el bando secesionista y que, entonces, ante la imposibilidad de constituir "inmediatamente" el nuevo estado, Catalunya deberá recurrir a este recurso extremo. Propuesta osada y brilllante pero que puede hacer descarrilar el éxito secesionista tanto antes, amedrentando a quienes pueden pasar del arrojo al miedo en pocos segundos, como después si el país se parte entre aquellos que secunden la huelga y aquellos que no que seguramente no se corresponderán con las posiciones expresadas en la consulta. Por otro lado, duda uno de que a los dirigentes de la Unión Europea les agrade escuchar semejante soflama.
Por otro, un politicastro de esos que gobernaron durante lustros estos pagos, Macià Alavedra, un autonomista adinerado y enfangado en más de un asunto que algunos calificarían como turbio, concluye en un foro de debate, al cual asistió en representación de CiU, que "la guerra ya ha estallado" (entre Catalunya y España). Esa retórica belicista de quien, durante años, respaldó la asociaciòn de Catalunya con España y obtuvo grandes réditos de ella resulta perversa y hasta pornográfica viniendo de quien viene. Mas es una nueva muestra de que el paroxismo entusiasta, alentado por los altavoces mediáticos, está tomando la delantera en el imaginario secesionista y arrastrando adhesiones incluso de personajes de dudosa catadura contagiados por la excitación colectiva.
Y con el entusiasmo llegó la Revolución, sí, pero también luego el Terror y la Restauración...