Hace unos días Muñoz Molina publicaba un artículo en
El País exponiendo con claridad la desorientación de la izquierda realmente existente en el ámbito educativo, frente a una derecha que se frota las manos ante ello. Alguna vez uno ha escrito por aquí acerca de los peligros que la intolerable renuncia de la izquierda a los ideales ilustrados, de los que mana su propio pensamiento, ha tenido unos efectos perversos, al menos en este país, para las clases más desfavorecidas. Al menos Muñoz Molina, como en su momento también Pérez Reverte, se atreve a desafíar la hegemonía de la ignorancia pedagógica en la izquierda sin exponerse a ser considerado un trasnochado reaccionario o un "neocon".
Escribía:
"(...)
Una de las sorpresas más desagradables
de la democracia fue que la izquierda abandonara su viejo fervor por la
instrucción pública para sumarse a la derecha en la celebración de la
ignorancia. Y así se ha dado la paradoja de que al mismo tiempo que se cumplía
el sueño de la escolarización universal triunfaba una sorda conspiración para
volverla inoperante. La izquierda política y sindical decidió, misteriosamente,
que la ignorancia era liberadora y el conocimiento, cuando menos, sospechoso,
incluso reaccionario, hasta franquista. En otra época los argumentos contra el
saber oscilaban entre un amor
roussoniano por el niño como buen salvaje y una
afición maoísta por convertir la mente en una pizarra en blanco en la que se
inscribirían con más facilidad las consignas políticas. Ahora, como no podía
ser menos, los celebradores del analfabetismo feliz echan mano de las nuevas
tecnologías: ¿Quién necesita aprender nada, si todo el conocimiento está
fácilmente, risueñamente disponible, con solo teclear en un teléfono móvil?
Gracias a Internet, ejercitar y alimentar la memoria es una tarea tan obsoleta
como aprender a cazar con arcos y flechas. Lo que hace falta no es embutir en
los cerebros infantiles o juveniles “contenidos” que en muy poco tiempo se
quedarán anticuados, y a los que en cualquier caso se puede acceder sin ninguna
dificultad, sino alentar “actitudes”, otra palabra fetiche en esa lengua de
brujos. Que el niño no aprenda, sino que aprenda a aprender, repiten, que
desarrolle su creatividad, espíritu crítico, a ser posible transversalmente,
etcétera.
Tanta palabrería de sonsonete científico encubre nociones
extraordinariamente primitivas sobre la inteligencia y sobre la memoria: como
si ésta fuera un fardo que pesará más cuanto más se cargue en ella, un almacén
en el que los conocimientos aguardan a ser reclamados, como se recupera un
archivo en un ordenador. Ni la curiosidad, ni el espíritu crítico, ni la tan
celebraba creatividad se sustentan en el vacío (...)
En la izquierda, cualquier crítica del estado actual de la
educación activa como un anticuerpo la acusación de nostalgia del franquismo.
La derecha se ríe con esa sonrisa cínica del ministro de Educación: ellos van a
lo suyo, a desmantelar lo público y favorecer los intereses privados y el
dominio de la Iglesia, y en cualquier caso siempre tienen medios para costear
estudios de élite y másteres a sus hijos. Es la clase trabajadora la que paga
el precio de tantos años de despropósitos. De nuevo la ignorancia es el mayor
obstáculo para salir de la pobreza. Quizás no falta mucho tiempo para que
aparezcan de nuevo visionarios que vayan predicando por los barrios populares
la utopía liberadora de la instrucción pública."
Algo que en nuestro sindicato llevamos años denunciando y sufriendo, por ello, las acusaciones de "retrógrados" o directamente "fascistas" por parte de los sindicatos "de clase" realmente existentes...
El artículo, en su totalidad,
aquí.