Si por principio uno tuviera la más mínima confianza en la palabra de los políticos, en su voluntad de verdad, consideraría la mejor noticia en semanas para el proceso secesionista catalán la constitución del Consejo Asesor para la Transición Nacional. Un órgano encaminado, según el portavoz del
Govern catalán, a introducir en el debate otros elementos más allá de los emotivos que pueden ser utilizados argumentativamente tanto por unionistas como por secesionistas.
Poco importa que el sesgo de los miembros sea pronunciadamente soberanista y que la orientación de los informes se presupone. Lo interesante sería que irrumpieran en el debate, y serenamente, temas como la asunción de la parte de deuda y patrimonio correspondiente a Catalunya y España en caso de secesión, la posibilidad de la doble nacionalidad o el estatuto del castellano en el futuro estado catalán y de manera ponderada y sobria.
Tanto da que el interés de muchos secesionistas en este debate sea puramente táctico: tienen claro que lengua oficial sólo habrá una y que el castellano debe ser desterrado; que la nacionalidad es única, nada de doble y que con lo que España ha robado a Catalunya ya está financiada la parte de deuda correspondiente. Tampoco los unionistas se quedan cortos: la lengua primaria debe ser el castellano, aunque admitan la cooficialidad del catalán; nadie necesita más pasaporte que el español y lo que se puede llevar Catalunya es deuda porque patrimonio ya lo tiene y se lo ha dado España.
Es casi seguro que entre unos y otros enterrarán el debate racional y la evaluación de pros y contras y que el posible bonito intento de alejar las emociones del proceso secesionista se quedará en eso, en intento...