Uno ya lo escribió en este cuaderno hace algún tiempo: los "negocios" de la familia Pujol eran conocidos, no en detalle pero sí en substancia, por todos aquellos que siempre han mantenido sus sanas distancias con las realizaciones de los ideales políticos en general. Además, bastaba haberse topado con alguna de las múltiples propiedades del clan diseminadas por la geografía catalana para sospechar que de un simple sueldo público no podían haber salido íntegramente.
Ahora bien, asiste la razón a los independentistas cuando consideran el reguero de noticias sobre corrupción vinculadas a los Pujol como un intento de hacer encallar el proceso soberanista mediante la deslegitimación de las instituciones de autogobierno a fuer de poner en tela de juicio a sus representantes: si era
vox populi, ¿cómo es que han tardado quince o veinte años en rasgar el velo de impunidad que les protegía? Porque hay que recordar que los que ahora le apedrean nombraban al patriarca de la familia "español del año"...
Alguno de mis amigos independentistas reconoce que este goteo está haciendo más daño del que parece al movimiento porque está a un paso de enajenar la adhesión de todos aquellos que se han subido al carro independentista coyunturalmente, buscando en el ideal de la Catalunya independiente una salida a la desastrosa situación económica que padecen o se creen en riesgo inmediato de padecer. Eso sí, al núcleo duro, ese 20-30% de la población marcadamente secesionista, no sólo no le afecta sino que se reafirman en su animadversión "filobélica" a España y lo que suene a español: no les falta razón.