Hace unos meses dejó uno por aquí los prólogos que escribieron Antonio Orihuela y Carlos Piera para Las vidas de las imágenes y Del Tercer Reich respectivamente. No lograba encontrar la redacción original del que Manuel Fuentes escribió para Filosofía de la minucia. Es probable que el amargo regusto de la experiencia de la publicación en Bartleby fuera seguido de una serie de actos fallidos de represalia entre los cuales estaba la desaparición del prólogo. En fin...
Sin embargo, esta semana, rastreando en discos duros antiguos por motivos de trabajo, he encontrado el original perdido del cual dejo aquí constancia. Gracias Manolo.
"Fundar una poética supone un transitar de ida y
vuelta entre el mito
y el logos,
entre una sombra y la sombra de otra sombra; supone establecer
provisionalmente desde la especulación, en su significación
etimológica, un triple diálogo entre las voces que construyen el
texto. Filosofía de la minucia,
de J. Jorge Sánchez, explicita ese proyecto desde el poema liminar,
cuyo título, “Del mito al logos”, construye el proceso. La
creación de una estirpe en la que apenas hay un nombre y el número
de una calle porteña son las únicas marcas referenciales de la voz
sin nombre de la ficción de una mujer cuyo monólogo dramático
–lejos de los tonantes Browning o Cernuda, y próximos a la
despersonalización de Alberto Girri y Alejandra Pizarnik- viene a
ser la estrategia para inquirir minuciosamente el stream
of consciousness de esa ficción
textual. El símbolo del Graf Spee
hundido en el Río de la Plata –inevitable recuerdo, por otra
parte, del excelente libro anterior del autor, Del
Tercer Reich- opera como mito de ese
dark continent
sepultado en las aguas y en la mente de una mujer anónima. Y de esa
deep grammar,
de ese Graf Spee,
varado en la ciénaga del mar de la memoria leeremos manchas,
imágenes de aceite
que la superficie de las olas –de los textos- arrojarán a la playa
de la conciencia del lector. Filosofía
de la minucia, título que
inevitablemente evoca la Filosofía de
la miseria de Proudhon, funda la voz de
una mujer desposeída y rota que se afianza inestablemente en la
batalla del lenguaje, en los fragmentos de una poesía de la
conciencia que unifica el proceso de la escritura. “Considerar la
imaginación como metafísica –afirma Wallace Stevens- es pensar
que constituye una parte de la vida, y pensar que constituye una
parte de la vida es comprender una parte del artificio. Vivimos en la
mente” Pensar y poetizar se resuelven finalmente formas nominales
distintas de un mismo proceso en el que Heidegger –“Todo
poetizar, en sentido amplio, es en su fondo un pensar”- está
permanentemente presente; así, en el poema “Ser y tiempo. Martin
Heidegger”, uno de los textos centrales del libro desde la
perfección de la construcción hasta el sentido último que lo
justifica, la kehre
–traducir sería entrar en otra sombra del lenguaje- atribuida a la
otra sombra que habita el libro –la presencia autosuficiente y
ególatra del hombre cuyo tiempo es tiempo sin desperdicio- no puede
cambiar el ser de la voz como despojo. Ese otro
que escribe un libro para demostrar que
Nietzsche tiene más en común con Kant/de lo que comúmente se cree
[…] (“Así habló Zarathustra. Friedrich Nietzsche”), pero que
olvida que los críos están inquietos y
yo necesito que la inmanencia/sea más que una palabra y recorra mis
nervios; radical enfrentamiento entre
dos sombras que representan dos posiciones ante el lenguaje: de un
lado, la dialéctica, considerada como una lucha por la sabiduría
frente a la retórica, entendida como batalla por la sabiduría para
conquistar el poder; ese otro
que entre unas notas para un curso sobre “El imperativo categórico”
esconde una carta en la que prometes
amor eterno a H […] (“Investigaciones
lógicas. Edmund Husserl, IV”); ese otro,
que no es más que un Calicles vulgar y
corriente (“Diálogos. La República.
Platón”); ese otro
narrado en el que el lenguaje que lo construye es sólo un fantasma
de la representación del poder frente a otro que busca la inasible
certeza de ser. Filosofía de la minucia
neutraliza la distancia entre discursos aparentemente divergentes
–poesía/filosofía-
al reconstruir en la voz dramática del personaje de ficción otro
discurso que los contiene y trasciende. Equivocada, no por menos
aventurada, sería una lectura –hermenéutica- que tratara de
establecer la derivación entre el núcleo de significación –el
título de cada texto- y el discurso del monólogo interior que desde
la periferia trata de capturar la última presa. Parquedad
imaginística, deliberada musicalidad de la armonía entre el fluir
de la conciencia y la forma que la expresa –en este sentido es el
texto “Psicopatología de la vida cotidiana. Sigmund Freud”,
dramática taxonomía obsesiva de las minucias de la realidad, quizás
una de las cimas del proceso y uno de los poemas que bordea la
angustia plena de la existencia-; exclusión de la impostación,
eliminación de la elegía, supresión de la metáfora brillante que
oculta en su artificio la radicalidad de la esencia del lenguaje,
descrédito de la enumeración caótica como aleatorio e irracional
mecanismo de exploración de la conciencia –[…]
No quisiera que/la única reflexión/de la que sea capaz/fuera la
enumeración caótica/de las minucias por hacer. […]
(“Meditaciones metafísicas. Descartes”), pliegues y márgenes de
la lengua que expresan el cuerpo, que son pliegues
del texto (“Márgenes de la
filosofía. Jacques Derrida”); al fin, descubrir –mejor revelar-
la usurpación de la lengua como instrumento de seducción y mentira,
y devolverle –mejor retornarle- a través de la ficción una parte
luminosa de su antigua verdad. Y es en esa contienda en el lenguaje,
entre el mito
y el logos
donde se libra la última batalla del ser. Es éste y quizás sea
éste uno de los ofrecimientos finales de un libro que, a la manera
de Kafka –a través de Ingeborg Bachmann-, es “un hacha para el
mar congelado en nosotros”. Filosofía
de la minucia no es el análisis de las
cosas de ‘poco valor y entidad’, sino la indagación en el
significado etimológico del vocablo: ‘pequeño’, en el mundo que
no se habla, pero que nos dice, desde la minucia
de la filosofía, que es, finalmente,
la minucia de la poesía."
Manuel Fuentes Vázquez
Universitat Rovira i Virgili