Noche de insomnio vagando por la Blogosfera que acabó peor que comenzó. Como el hilo de Ariadna, todo comenzó con la lectura de
unas réplicas de Jorge Riechmann a unos comentarios de un lector sobre
Fracasar mejor, su, creo, último libro. De ahí uno pasó al cuaderno del lector y, a partir de ahí, a muchos otros, casi todos orientados al ámbito económico y, especialmente, al colapso del capitalismo por el
Crash Oil.
Como uno ya ha dicho más de una vez, los discursos apocalípticos me provocan un cierto hartazgo, una sensación de
déjà vu peligrosa y un pálpito de milenarismo romántico desagradable. La mayoría de los textos que leí insistían en la insostenibilidad a corto término del capitalismo por el rápido agotamiento de los combustibles fósiles (se calcula que en15 años quedará el equivalente al 15% de "energía neta" disponible, el llamado "Horizonte 15/15"), una insostenibilidad que no se puede subsanar con el uso de "energías renovables"; en la imposibilidad de mantener la lógica del crecimiento y la necesidad de apostar por el decrecimiento para amortiguar los efectos catastróficos previstos; y en la inevitabilidad del colapso sistémico. Casi todos los textos iban acompañados de argumentos, datos, afirmaciones e hipótesis nada descabelladas sino más bien razonables y plausibles.
Sin embargo, y pese a convenir en la insostenibilidad del modelo y la necesidad de acabar con la lógica del crecimiento y apostar por el decrecimiento, uno sigue sin acabar de ver claro que vaya a producirse un colapso general y absoluto del modo de producción imperante en un escenario apocalíptico que muchos juzgarían hermoso y hasta deseable.
Muchos años de marxismo le hacen a uno recordar las numerosas crisis cíclicas de las que ha salido victorioso el capitalismo mostrando una capacidad proteica que nunca se debe desdeñar. Asimismo, le viene a la mente la idea de la necesidad de la concurrencia entre condiciones objetivas y subjetivas para que pueda producirse un colapso sistémico o una revolución. Podría suceder que asistamos, por contra, a un escenario de lento declive sistémico y paulatina - o rápida - transformación que acabe dejando intactos los cimientos del modo de producción y salve, como siempre, de la catástrofe a una minoría mientras aboca a la muerte, al hambre o la pobreza a la mayoría de la humanidad: mas eso no es nada nuevo ni tiene nada de apocalíptico sino es al precio de olvidar que ha pasado en tantas ocasiones que, como de costumbre, el apocalipsis ya ha sido dejado atrás y ha llenado millones de fosas comunes, caminos, carreteras y campos.
Rescato un par de reflexiones que encontré:
"Por resumir el párrafo anterior, los autores citan que sus estudios
sistemáticos contradicen la conclusión de Vallois (1961) de que entre
los humanos "primitivos" "pocos individuos pasan de los cuarenta años y
son muy excepcionales los que superan los cincuenta", y por supuesto la
visión tradicional Hobbesiana de una vida "brutal, corta y horrible" del
hombre "primitivo". Los datos muestran que las edades modales de la
vida adulta están en el rango de 68-78 años entre los "salvajes", y esto
sugiere que las inferencias sacadas por las reconstrucciones
paleo-demográficas no son fiables, de hecho, como citan estos autores,
la alta longevidad parece una característica nueva y generalizada en el
"Homo Sapiens"
Continúan los autores afirmando que estudios recientes han encontrado
problemas en la forma usual de estimar la presencia de adultos con
edades avanzadas por los métodos de desgaste dental y ratios de
adultos-jóvenes que hasta ahora han usado los paleontólogos"
"LA FIESTA HA TERMINADO
El propósito central de todos nuestros documentos de la serie Falsa solución,
incluido este, es dejar sentado que este completo conjunto de supuestos
por los que nuestras instituciones han apostado colectivamente, es
trágicamente inapropiado, y solo sirve para retrasar, en un momento
crucial, unos cálculos muy importantes que deben ser afrontados
inmediatamente. Enfáticamente no estamos contra las innovaciones y
eficiencias donde puedan ser útiles. Pero estamos contra la gran falsa
ilusión de que estas pueden solucionar todos los problemas, y estamos
contra la tendencia a ignorar los límites sistémicos inherentes
que afectan al suministro de energía, el suministro de recursos, y la
Tierra misma. Por ejemplo, las mayores predicciones tecno-utópicas de
hoy, como el «carbón limpio», vía secuestro del carbono, y la «energía
nuclear limpia», vía una nueva «4 ª generación segura de diseño de
reactores», ya se han demostrado como poco más que fantasías salvajes de
las industrias del sector energético, haciendo proselitismo de estas
opiniones con los políticos a los que, en otros momentos, también
proporcionan fondos para sus campañas. No hay una evidencia convincente
de que el carbón limpio, todavía en el reino de la ciencia ficción, se
consiga nunca. Muy probablemente ocupará el mismo panteón de
fantasía tecnológica que la fusión nuclear, por no hablar del
teletransporte humano. En cualquier caso, todos los argumentos en favor
de un carbón limpio, aunque sea absurdo, siguen ignorando lo que sucede
en los lugares de los que procede. Si visitaran los Apalaches alguna
vez, verían la actual desertificación por la eliminación de las cimas de
las montañas, y sus ríos envenenados para obtener un carbón
presuntamente pronto «limpio». La limpia energía nuclear presenta
similares anomalías –actualmente no se contempla en ningún sitio una
solución que esté cerca de ser práctica para el depósito de los
residuos- incluso si los suministros de uranio no se estuviesen agotando
tan rápidamente como los de petróleo. Hablar de la energía nuclear como
«limpia» o «segura» es una clara señal de pánico mientras que, como a
un vampiro, permitimos que se levante de nuevo de su tumba.
De
acuerdo, sabemos que algún «progreso» tecnológico es útil,
especialmente entre las energías alternativas renovables. Transformar el
sistema hacia un muy promocionado y complejo mix de energías
«renovables» como la eólica, la solar, la hidroeléctrica, la biomasa, la
undimotriz y varias otras, ciertamente sería positivo y juntas podrían
hacer contribuciones significativas, libres de muchos de los impactos
medioambientales que han provocado los combustibles fósiles.
Pero
como este informe explica de forma exquisita, por muy beneficiosos que
esos cambios puedan ser, inevitablemente se quedarán muy cortos. Nunca
alcanzarán la escala o capacidad de sustituir un sistema de
combustibles fósiles que, a causa de su (temporal) abundancia y bajo
precio, ha hecho adictos a los países industrializados a una juerga de
producción y consumo en el siglo XX que nos ha hecho llegar, y a todo el
mundo, a esta difícil situación. Como Richard Heinberg ha dicho tan
elocuentemente antes, y usó como título de uno de sus libros más
importantes, «la fiesta se ha acabado».
Así,
esos suministros sin límite han resultado ser no tan ilimitados, o
baratos, (o ya no eficientes), y nos ha dejado una única opción :
afrontar la necesidad de una transformación sistémica a fondo de nuestra
sociedad a una que enfatiza un menor consumo de recursos
materiales y energía (conservación), menos globalización (enviando
recursos y productos una y otra vez de forma derrochadora a través de
océanos y continentes), y más localización que tiene incluidas
eficiencias y ahorros por el mero hecho de ser una producción y uso
local, y mucho menos procesamiento y distribución. Tales cambios deben
combinarse con conseguir una población menor en todos los sectores
mundiales, y el fomento de una evolución a valores personales,
institucionales y nacionales que reconozcan (incluso celebren) los
límites máximos de las capacidades de la Tierra, actualmente excedidos
enormemente. Nada de esta visión ha contagiado los procesos de
Copenhague, ni los del Congreso de los EEUU, ni los debates en los
parlamentos nacionales; todo lo que este fuera de eso es solo una
pantalla de humo corporativista, o pura negación de las realidades
inminentes."