16 de enero de 2014

Crónica de la Nueva Edad (16/01/2014)



Sobre hasta qué punto el opio nacionalista anestesia la capacidad de respuesta de la sociedad civil frente a la trapacería de sus gobernantes (y no hablemos ya de las posibilidades de poner en marcha una transformación social de gran calado) podemos hallar un buen ejemplo en la falta de respuesta a la privatización de la sanidad que ha habido en Catalunya. Una excelente descripción del proceso, con ribetes de piovra como diría un amigo, aquí.

Por otra parte, involuntariamente lee uno que Mas prepara un gran acto el día 18 de enero en el cual su partido, abiertamente, se inclinará por la independencia sin ambigüedades calculadas: quemará las naves. Será la vuelta de tuerca definitiva al travestimiento ideológico de Convergència. No obstante, me parece que este definitivo giro tiene que ver más con el intento de evitar el sorpasso de ERC que con esa conversión provocada por la intransigencia de Madrid, la "voluntad de un pueblo" y el desdén occidental que se trata de narrar desde los medios afines al Govern. Esperemos que los catalanes sigan castigando a este "aprendiz de brujo" y que ERC, pese al error de Terricabras, consiga dejar atrás a esta "pandilla". Cabe dudar de que sean mejores pero no debería costarles mucho ser más limpios y honestos.

Finalmente, en este escenario que se está acabando de montar para preparar unas plebiscitarias con la cual seguir mareando al personal mientras se desvalija el erario público y el estado de bienestar (pronto le tocará al Estado de Derecho) a la espera de que, con los trenes en pleno choque, la coyuntura internacional de vía libre a la secesión, la izquierda realmente existente  -desde la moderada hasta los profesionales de la revolución - continúa representando el papel de comparsa estúpido, de "tonto útil". El "pecado quasi original" del marxismo-leninismo, que juzgó el nacionalismo como una fuerza potencialmente revolucionaria, sigue pasando factura. De nada parecen haber servido los aprendizajes históricos de las 2 guerras mundiales en las cuales el factor nacionalista operó como coartada ideológica y catalizador del momento reestructurador capitalista. Anclados en el relativo "éxito" de las descolonizaciones, siguen postulando el carácter inevitablemente "progresista" de los movimientos independentistas aunque estén dirigidos por grupos sociales no precisamente desfavorecidos y nada orientados al cambio en las relaciones y el modo de producción sino más bien buscando su mantenimiento y preservación.

En este terreno, como en muchos otros, la izquierda es tan enemigo del pensamiento crítico como la derecha, sino más. Es preciso desembarazarse de ella y, como en el caso de la religión, insistir en que no puede haber transacción posible entre racionalidad, eticidad juniversal y cualquier forma de religión o nacionalismo y menos aun sus extremos fundamentalistas y patrióticos.