Sobre ese concepto de "autoridad" tan denostado por los paleoprogresistas, profesionales de la revolución y bienpensantes de la izquierda realmente existente, escribió el pobre Engels hace algunas décadas:
"Y hemos visto, además, que las condiciones
materiales de producción y de circulación se extienden inevitablemente
con la gran industria y con la gran agricultura, y tienden cada vez más a
ensanchar el campo de esta autoridad.
Es, pues, absurdo hablar del principio de autoridad como de un principio
absolutamente malo y del principio de autonomía como de un principio
absolutamente bueno.
La autoridad y la autonomía son cosas relativas, cuyas esferas
verían en las diferentes fases del desarrollo social.
Si los autonomistas se limitasen a decir que la organización social del
porvenir restringirá la autoridad hasta el límite estricto en que la
hagan inevitable las condiciones de la producción, podríamos
entendernos; pero, lejos de esto, permanecen ciegos para todos los
hechos que hacen necesaria la cosa y arremeten con furor contra la
palabra.
¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a
clamar contra la autoridad política, contra el Estado?
Todos los socialistas están de acuerdo en que el Estado político, y con
él la autoridad politica, desaparecerán como consecuencia de la próxima
revolución social, es decir, que las funciones públicas perderán su
carácter político, trocándose en simples funciones administrativas,
llamadas a velar por los verdaderos intereses sociales.
Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político autoritario sea
abolido de un plumazo, aun antes de haber sido destruidas las
condiciones sociales que lo hicieron nacer.
Exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la
autoridad.
¿No han visto nunca una revolución estos señores?
Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe (sn);
es el acto por medio del cual una parte de la población impone su
voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones,
medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere
haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del
terror que sus armas inspiran a los reaccionarios"(De la autoridad, p399-400).
Y ahora, algunos hemos de bregar contra esta gazmoñería buenista que abandera la izquierda en sus propias cavernas, no tan distintas de las de la derecha, y ser calificados de reaccionarios...