30 de junio de 2012
Memoria de Saint Andrews (X): Lade Braes Walk
20 de julio de 2011. Primera parte.
Tras dos días de lluvia Saint Andrews despierta con un sol que parece prestado, ajeno, impropio, que baña la ciudad y la sumerge en un calor meridional. Paseamos en manga corta por el Lade Braes Walk, camino de Cockshaugh Park, con el olor a mojado resistiendo en las umbrías del pasaje, flanqueados, tras los muros que delinean el paseo, por hiedras y sauces, hortensias y rosales mientras el sol reseca los charcos en aquellos lugares en que salta por encima de la oscuridad.
Alguna historia de Saint Andrews debe explicar el origen y cometido de este camino pequeño, y enrevesado, que corre paralelo a las tres grandes arterias de la ciudad, más próximo a la zona plebeya que a la patricia. He de husmear en las librerías de segunda mano.
Cuando deja atrás Cockshaugh Park y se interna, rodeado de árboles centenarios, llevando a su lado el Kiness Burn, riachuelo que cruza la ciudad, el Walk se vuelve amplio y generoso y la luz festoneada por las sombras del follaje se vuelve acogedora. El paseo nos lleva a dos de los lugares que uno más aprecia no sólo de Saint Andrews sino del mundo que conoce: el Memorial Park y, al final del Walk, la Old Mill House.
El Memorial Park es un pequeño lugar poblado de árboles dedicados a esa memoria de los ausentes que el Lade Braes cultiva con los numerosos bancos "In loving memory..." que flanquean su recorrido. Allí, desde la primera vez que lo vio hace años, y sin falta, uno se detiene unos instantes ante el abedul dedicado a la memoria del pequeño Alan, que murió a la edad de dos años. ¡Y cómo ha crecido desde la primera vez que lo vi! Tanto como lo habría hecho ese Alan al que nunca conocimos al que, de algún extraño modo, lo figura y lo hace tenuemente presente en nuestras vidas. Ese abedul cumple con fuerza el empeño de preservar el nombre y una fugaz existencia de la depredación del tiempo. Perderá finalmente la guerra pero gana la batalla por su memoria en la nuestra: no sólo siempre que volvemos a Saint Andrews lo visitamos y le recuerdo, sin casi saber nada de él, sino que de vez en cuando, en Barcelona, o en otros lugares emerge de improviso la vacía imagen del pequeño Alan recubierta por ese abedul.
Unas decenas de metros después del dulce y vivo monumento a Alan, el Lade Braes desemboca en la casa de los sueños de uno: la Old Mill House, un cottage rodeado de sauces, abetos, pinos, hayas, robles y otros árboles que no identifico que contornean un jardín de fresco césped y parterres de flores diversas. Uno no piensa en los mosquitos, ni en la humedad o en el frío que deben aplastar este rincón en invierno: sólo en la idílica belleza de una naturaleza domesticada cortejando una casa modesta pero armoniosa que recuerda las que pueblan la Comarca de The Lord of the rings.