Parece que la sociedad postindustrial sigue siendo capitalista aunque sea un capitalismo tardío como argumentaba Habermas a finales de los sesenta. Uno va rindiéndose lentamente a la evidencia de que el modelo marxista debidamente complementado es, en lo básico, el más potente para describir los estados de cosas existentes. Y conforme lo va haciendo va recuperando de su memoria cadenas de enunciados que se enguantan con facilidad. Lo peor es que veo que esto le está pasando a más de uno.
Xavier, en su
Blog, está realizando una excelente narración acerca de la ilusión del "capitalismo con rostro humano" que ha supuesto el Estado del Bienestar y las razones de su liquidación, estrechamente vinculadas a la desaparición del riesgo de bolchevización de los asalariados.
Escribe Xavier, por ejemplo:
"Esta
es la primera crisis en la cual se produce un retroceso significativo, tanto
cualitativo como cuantitativo, de los derechos ciudadanos y de los
trabajadores, que se están concretando en la liquidación pura y dura de lo que
se vino a llamar el estado del bienestar. Un sistema social garantista y
avanzado que fue el resultado del pacto tácito entre las democracias cristianas
y las socialdemocracias, para evitar la bolchevización de las clases populares
en Europa occidental después de la segunda guerra mundial. Un estado del
bienestar que produjo unas cotas de distribución de la riqueza y de
universalización y gratuidad de servicios sociales nunca vistos antes y que,
casi con toda seguridad, nunca volveremos a ver. El estado del bienestar
quedará allí, en los anaqueles de la historia, como ha quedado la Atenas de
Pericles: como uno de los momentos cumbre de la historia de la humanidad, como
un periodo fugaz de esplendor que pasó y nos dejó un recuerdo por el que nos
sentiremos fascinados y cuyo influjo seguirá actuando como un referente sin
punto de retorno.
Porque el estado del bienestar no era la manifestación natural del sistema capitalista,
ni siquiera una tendencia accidental desviada de la ortodoxia del libre
mercado. No, fue un disfraz, una
adaptación provisional que el propio sistema se autoimpuso para asegurar
su supervivencia en la confrontación con el otro gran modelo en unos momentos
que dicha supervivencia no estaba asegurada.
Y
como en las leyendas de las lágrimas de cocodrilo que simulan el lloriqueo de
un niño pidiendo auxilio, o del canto de las sirenas que engañan a las
desprevenidas víctimas, los pueblos europeos creyeron que aquel bienestar
coyuntural iba a ser estructural. Que pertenecía a la naturaleza del sistema.
Que el capitalismo podía tener un rostro humano si se gestionaba de forma que
el estado ejerciera unos mecanismos de control en la redistribución de la
riqueza y en la prestación de servicios".
Y mientras, uno sigue dándole vueltas a Solzhenytsin...