4 de junio de 2012
Memoria de Saint Andrews (VIII): Apocalipsis mientras llueve. San Juan y Derrida
18 de julio de 2011.
Nada parecía anunciar anoche que hoy sería un día de los clásicos: lluvia y niebla. El paseo por la playa patricia, largo (casi recorrimos los más de seis kilómetros hasta el primer recodo que da lugar a una pequeña ensenada que nos separa de la base de la Royal Air Force de Leuchars, que por cierto cerrará en los próximos meses) estuvo adornado con múltiples cielos y poco viento y cuando presenciamos la puesta de sol desde los bancos "In Loving Memory" que flanquean el monumento a los mártires apenas había nubes en el horizonte. Pero ya se sabe... "Scottish weather".
El día transcurre leyendo y jugando. Pasamos la mayor parte del día en el delicioso, por lo kitsch, salón. Un sofá y un par de sillones beiges, una moqueta gris azulada, las paredes pintadas de un acogedor crema, una butaca de terciopelo rojo, una mesa baja de soporte de madera dorada y mármol esmeralda, una cómoda de caoba lacada y un par de cuadros y un espejo con molduras de intencionalidad barroca y plasmación... horrorosa.
Leyendo el opúsculo de Derrida una primera constatación que coincide con una convicción que lleva rondándome años deudora de la tesis platónica de que sólo se busca lo que de alguna manera ya se conoce pues sin noción previa alguna ¿cómo sabemos que lo que hemos encontrado es lo que estábamos buscando? El Apocalipsis sólo es concebible como tal en cuanto ya ha acontecido, en cuanto no es futuro y porvenir sino pasado: tal vez pasado absoluto, tal vez pasado-presente, tal vez ambas cosas. Y esta doble inscripción, esta doble dimensión ya está, de alguna manera, trabajando en el Apocalipsis de San Juan.
Escribe Derrida:
"El fin está próximo, parecen decir, lo cual no excluye que ya haya tenido lugar, un poco como en el Apocalipsis de Juan la inminencia del fin o del juicio final no excluye un cierto 'estás muerto', '¡velad!', en donde el dictado sigue de cerca a la alusión a una 'segunda muerte' que no esperará el vencedor." (p20).
Y más adelante:
" no es solamente el fin de esto sino también y en primer lugar de aquello, el fin de la historia, el fin de la lucha de clases, el fin de la filosofía, la muerte de Dios, el fin de las religiones, el fin del cristianismo y de la moral (ésa fue la ingenuidad mas grave), el fin del sujeto, el fin del hombre, el fin de Occidente, el fin de Edipo, el fin de la tierra, Apocalypse now, yo os lo digo, el fin en el cataclismo, el fuego, la sangre, el terremoto fundamental, el napalm que desciende del cielo desde los helicópteros, como las prostitutas, y también el fin de la literatura, el fin de la pintura, del arte como cosa del pasado, el fin del psicoanálisis, el fin de la universidad, el fin del falocentrismo y del falogocentrismo, ¿y de cuántas cosas más? Y cualquier otro vendrá a refinar aún más, a anunciar lo mejor de lo mejor, o sea el fin del fin, el fin del final, porque el fin siempre ha comenzado ya" (p48-49).