17 de mayo de 2012

Minimización de la responsabilidad individual y capitalismo


El pasado 28 de abril, en El País, en un certero artículo, Vidal Folch, sin embargo, volvía a reiterar un "mantra" de la izquierda cuyo carácter dogmático está en el meollo de la incapacidad de ésta para acometer realmente -y no utópicamente- la transformación del orden social que pretende.

Escribía Vidal Flch:

"Diré una obviedad zizekiana: la culpa de la crisis no es la codicia ni la ambición individual ni el despilfarro o gasto excesivo de los ciudadanos, ni su codicia, que les ha llevado a estirar más la mano que la manga, a endeudarse, a querer disfrutar de bienes que el mercado le ofrece, y que ahora es justamente castigada. Porque el deseo de crecer más, tener más, obtener más, vender más, y comprar más, y poseer más, no son vicios particulares, sino el meollo mismo, el motor de nuestra civilización, o sea —me permito recuperar palabras en desuso— del sistema o sea del capitalismo. No es justo castigar a la gente por haber hecho lo que se le dijo que hiciera, y se le dijo por activa y por pasiva, en el discurso público y subliminalmente. Es injusto castigarla por los pecados del estamento político-financiero y sus predicadores (sn). Y de esta injusticia vienen todas las indignaciones públicas, en Barcelona y en Wall Street. Que fracasarán como anarquía insignificante si no se organizan para vertebrar una alternativa."

Es evidente que no es justo castigar al pueblo mientras mistagogos, embaucadores y capitalistas de todo pelaje continuan viviendo como siempre. Con todo, esto no es ninguna sorpresa: en cualquier crisis de reestructuración siempre han pagado los platos rotos (desempleo, agravamiento de las condiciones laborales, pérdida de derechos...) los mismos: los asalariados. Esto no es una novedad: es intrínseco al modelo económico capitalista.

Ahora bien, sí que es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros no ser lo suficientemente críticos como para no "haber hecho lo que se nos dijo que hiciéramos"; no ser lo suficientemente cautos, y más con lo que la historia nos ha enseñado acerca de la depredación capitalista. como para no habernos creído a pìes juntillas el relato del bienestar inagotable que los medios de comunicación y la izqauierda realmente existente nos vendieron; no ser lo suficentemente lúcidos como para reconocer que, en lo sustancial, el esquema del modo de prodeucción capitalista descrito por Marx en El Capital continúa siendo, a grandes trazos, válido para describir gran parte del estado actual de cosas.