20 de mayo de 2012
El día que dejé de comprar "El País"
Ayer, después de treinta y dos años de relativa fidelidad o. más bien. de costumbre inveterada, uno dejó de comprar El País. Para deshabituarse definitivamente y no experimentar "mono" supongo que seguirá rondando la edición digital pero se acabó la compra de la edición impresa.
En 1980 uno invertía sus escasos ingresos en la compra diaria de El País. Eran tiempos de un periódico que identificaba con el universo de la izquierda y tiempos en los García Márquez escribía pequeñas obras de arte en forma de artículos que luego estudiábamos como ejercicios de estilo. Eran tiempos en que preferías leer El País a según qué novelas.
A mediados de los ochenta, la identificación con el PSOE, la época en que se convirtió en el "BOE", llevó a que la compra se mantuviera pero sobre un fondo de disgusto. No obstante, como el suplemento cultural seguía siendo aceptable y, en el horizonte, no había alternativas el gasto continuó.
En los noventa, el giro mercantilista, ejemplificado en la inagotable defensa explícita de los intereses del grupo PRISA, y el descenso de calidad del suplemento cultural introdujeron las primeras restricciones: en verano no lo adquiría.
Con el nuevo milenio y el auge del zapaterismo, las compras se restringieron al fin de semana y, cuando uno descubrió el suplemento literario de ABC, quedó confinado, por unos meses, al domingo. Finalmente, las oscilaciones del periódico monárquico y su españolismo cerril le llevaron a recuperar su lugar.
Hace pocos años uno dejó de comprarlo el domingo: demasiados suplementos insustanciales. Se quedó a solas con el del sábado pese a la liviandad de Babelia, ilegible en ocasiones.
Esta semana, la histeria en torno a la prima de riesgo y las especulaciones apocalípticas, que sólo alcanza uno a interpretar o en clave prointervencionista o en sensacionalista, han colmado el vaso. Se acabó. Au revoir...