2 de mayo de 2011

2 de mayo de 2011: Crónica intempestiva de un viaje (XLII). Martini Exclusiv Apartment


6 de agosto de 2010. Cuarta parte.

"La vuelta, anocheciendo, no contribuye a poner fin al nerviosismo: hay un silencio sepulcral sólo interrumpido por los viejos tranvías que atraviesan la plaza a la que da el apartamento. No parece haber mucha vida nocturna en la zona y aunque la hubiera la guía Visitors. Wroclaw, que hemos encontrado encima de la mesita del salón, advierte de los riesgos de las excursiones nocturnas fuera del centro urbano de la ciudad alertando, especialmente, respecto a los grupos de jóvenes así que casi mejor...

Cargados hasta arriba llegamos por fin al edificio sin casi habernos cruzado un alma. El vigilante nos saluda amablemente pero la certeza de que el bloque de docenas de apartamentos está totalmente vacío a excepción de él y nosotros, pone otra gota más en la sensación de inseguridad y opresión. '¿Dónde nos hemos metido?'

Con una cerveza, aunque sea polaca, al poco los miedos van diluyéndose. Salimos al balcón para intentar empezar a acumular vivencias. Siguen pasando, esporádicamente, los viejos y ruidosos tranvías de la época socialista. Algunos grupos de jóvenes merodean en torno al McDonald's Mc and Drive, eje de las tres calles que confluyen ante nuestro alojamiento. La escasísima iluminación y los lejanos neones verdes componen un cuadro hostil para el turista así que cerramos y abrimos la TV con satélite para sentirnos pertenecientes a una comunidad más etérea, irreal y acogedora: en los programas ingleses, alemanes, en los canales deportivos y musicales, encontramos un horizonte de referencia estable que atenúa los flujos múltiples que nos han atravesado durante todo el día.

Cenamos y un cierto optimismo afluye lentamente al ánimo: mañana comenzaremos la visita a la 'Venecia del Este' como es conocida Breslau.

Sin embargo, no conseguimos conciliar el sueño: demasiado cansancio. Salgo al salón y repaso las notas de las impresiones acerca de la desvencijada Estación Central, carcomida por el tiempo y el descuido, aspestando a orín y fuel; de los puentes sobre el mítico Oder que hemos podido ver, a cuál menos atractivo con sus estructuras metálicas oxidadas; del propio río, más estrecho y sucio de lo que nunca había imaginado; de los rasgos eslavos de la mayoría de la gente, especialmente marcados en los varones pero que, gracias al sentido común, la ciencia y la observación de una parte apreciable de población de rasgos más centroeuropeos, no pasa de convertirse en una curiosidad para un turista latino que, por primera vez en Europa, se siente observado y se sabe extranjero; de la desmesurada cantidad de sacerdotes y monjas que hemos visto por las calles...

No escribo nada, leo a Hesse y a alguna hora indeterminada consigo dormirme."