Uno no ha sido nunca muy aficionado a las "literaturas nacionales". Tal vez por la formación filosófica inicial, cuando volví a estudiar literatura los cursos sobre literaturas de tal o cual país (o en su versión más morigerada, en tal o cual lengua) me resultaban indigestos. Tampoco me han sido nunca especialmente agradables las antologías acerca de la poesía congoleña o peruana o rutena o laosiana. No es ajeno a ello el uso perverso de la literatura por los nacionalismos y, peor, su contribución, a veces criminal, al desarrollo de sus versiones más totalitarias y sangrientas.
Con todo, que alguna relación entre la poesía y el espacio podría haber, mal que a uno le pese, me lo sugirió ayer apercibirme que Gsús Bonilla había nacido en Don Benito, Badajoz, Extremadura y que resulta que cuatro de mis poetas favoritos descubiertos en estos últimos años, Antonio Orihuela, José María Cumbreño, Alvaro Valverde y Gsús Bonilla son extremeños.
Por buscar una figura que los reúna y refuerce la idea de la comunidad dispar que los reúne en mi mente, de Alvaro Valverde admiro su
esprit de finesse, de José María Cumbreño su
esprit de géométrie, de Antonio Orihuela su "deconstrucción" de l'
esprit y de Gsús Bonilla su "construcción" de un
esprit.
¿Espíritu extremeño? Espero que más bien casualidad, percepción subjetiva, ordenación de lo diverso... La duda está sembrada. Suerte que Gsús vive en Madrid desde hace mucho...