18 de noviembre de 2010

18 de noviembre de 2010: Crónica intempestiva de un viaje (XVII). El concierto y la ventosidad


30 de julio de 2010. Tercera parte.

"Los vidrios que, desde el interior, ofrecen un aspecto más cuadrado que rectangular producen, en fecto, una policromía sobrecogedora en la cual, en efecto, azules y algunos rojos dominan un espacio que se enriquece con naranjas y tonalidades diversas de los dos colores dominantes. El cristo de Karl Hemmeter, de tombac, redondea el espléndido conjunto que tenía su guinda en la maestría con la que la pianista Mahani Teave, como rezaba un folleto, interpetaba Chopin en un piano dispuesto ante el altar mientras contemplábamos la nave en lo que, a simple vista y con la actitud naïf del turista, me pareció una performance.

Y es que la mezcla entre ingenuidad y literaturización de la experiencia puede conducir a consecuencias lamentables como las que, en realidad, sucedieron. Siempre he amado más la verdad que la literatura y, por tanto, no debo dejar la narración en este punto y en este estado en el cual respetaría las convenciones habituales de la literatura de viajes para turistas sin contar lo que realmente pasó y lo que realmente pensé.

Habría que decir, primero, que la rememoración de la estampa de Bonhoeffer en el púlpito denostando a Hitler, difícilmente resistiría el análisis histórico: ¿el buen pastor advertía ya en 1932 en la Zionskirche sobre la maldad intrínseca de la ideología nacionalsocialista? Aunque lo imaginé así, no está claro que comenzara sus diatribas contra el régimen nazi antes de su llegada al poder. No obstante, este detalle no estorba tanto el relato de la experiencia. Lo que la hubiera empañado -y lo hará ahora- es que, mientras me esforzaba en imaginar el ambiente de una tarde de 1932 en la iglesia y el barrio, atardecer frío, nubes, llovizna, sombreros, abrigos y un creciente sensación de opresión y ansiedad, mi hijo dejó ir una ventosidad de tal calibre en el interior del recinto que tuvimos que abandonarlo por pudor y vergüenza, sofocados, pero también entre risas y carcajadas, a medias incómodas, a medias auténticas y gozosas, debido al contraste tan "antiliterario" entre el elogio que había hecho apenas unos minutos antes sobre la personalidad del pastor y la respuesta fisiológica del crío.

Asimismo, debe dejarse constancia, ahora, en el apartamento, mientras me tomo un vaso, no una copa, de un fenomenal Dornfelder, de que a los diez minutos de la performance de Mahani Teave, Esther debió advertir algún rasgo de esos que delata la autosatisfacción del turista que ve conformada la realidad a sus expectativas porque me advirtió que no estábamos presenciando ningún concierto ni improvisado ni espontáneo sino un simple ensayo. La pianista tocaba, sí, Chopin al principio pero sólo fragmentos y los siguientes, que no había reconocido y sobre los que no había hecho ningún comentario en la creencia que eran piezas de Chopin que desconocía, pertenecían a Fujimitsi y Beethoven como bien señalaba el folleto que apenas había mirado y que puesto que estábamos ante interpretaciones de fragmentos y en el folleto dejaba claro, si uno miraba atentamente, que el Berlin International Music Festival patrocinado por el Hilton Berlin comenzaba a las 18:30 -y eran las 17:55- y que el precio de la entrada del concierto de Mahani Teave era de 15 euros, ya me podía ir deshaciendo de la idea de que el maravilloso ayuntamiento de Berlin ofrecía a los visitantes de la iglesia, habitualmente o tan sólo ese día, un presente en forma de concierto a fin de vivir una experiencia sinestésica en la nueva Kaiser-Wilhelm-Gedächtnis-Kirche..."

Hoy, en la Wikipedia, me enterado que el misterioso "Tombak", que ya he transcrito como "Tombac", y que dudé si consignar en el diario del viaje, "es una aleación de cobre y zinc, similar al Latón. Esta aleación es utilizada por Rusia para acuñar medallas 'de bronce'. Durante la Segunda Guerra Mundial, la misma aleación se utilizó, en 1942 para la acuñación de monedas canadienses de cinco centavos".