Mal que nos pueda llegar a pesar, la literatura y, por supuesto, la poesía es un artificio, una construcción, una ficción en su sentido más amplio: no es el mundo, no son las cosas. Forma parte de él sí, pero es como un mapa y el mapa no es el territorio que describe, pese a que en él pueda haber mapas abandonados o apilados en la sección cartográfica de una librería de una ciudad señalada en él. Si fuera exactamente como él, si no fuera un artefacto, una convención, una selección, una modelización de la que se destacan algunos elementos en detrimento de otros, tendría -como ya señaló Borges- su misma extensión y no nos serviría para nada*.
No obstante, esta selección, esta simulación que es el arte, el lenguaje mismo, los diferentes códigos verbales y no verbales, puede ser trabajada y pulida en direcciones opuestas para describir la realidad.
Puede sofisticarse en un enroscamiento de figuras y tropos, de artificios legados por la tradición o también de innovados, buscando decir cada vez más elevando exponencialmente los recursos denotativos y connotativos. Se está entonces ante una poesía rica en metáforas y recursos estilísticos, que puede ser o no críptica en función del elevado número de desambiguaciones que sean precisas en la operación comprensiva.
Y también hay otra dirección, esa que tiende al "grado cero" del que hablaba Barthes. Una poesía que restringe al máximo el impulso retórico, que depura su construcción hasta conseguir lo máximo con lo mínimo buscando reducir -en la medida de lo posible- el discurso a su más pura condición instrumental (un horizonte, con todo, imposible).
En esa dirección encuentro
Alfabeto de cicatrices soberbio y de gran mérito porque lograr que el constructo del yo poético prácticamente desaparezca para alumbrar una realidad descrita con gran finura y minuciosidad no es algo fácil. Requiere de unas destrezas poéticas y humanas que no están al alcance de todos.
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"...En aquel Imperio, el Arte, la Cartografía, logró tal perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una ciudad; y el Mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo estos mapas desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él".