Con ocasión de la lectura de
El Canto del pueblo judío asesinado de Itsjok Katzenelson, en la revista digital
Catalunya Vanguardista:
"Estos días se ha celebrado el 70 aniversario del final de la II Guerra Mundial pero la serie de conmemoraciones, que abarca desde el suicidio de Adolf Hitler a la batalla de las Ardenas, las liberaciones de Viena o Budapest o las capitulaciones ante los aliados, empezaron ya, en enero, con una de las más importantes en el imaginario europeo: el recuerdo de la entrada en Auschwitz de las tropas soviéticas y con él la reiteración de las distintas versiones de la provocación de Adorno acerca de si podía escribirse poesía después de Auschwitz. Literalmente, o en formas tan alejadas y deformadas que apenas son reconocibles, han proliferado en los medios de comunicación como antesala del inevitable catálogo a modo de respuesta siempre afirmativa puesto que es evidente que ha habido poesía tras aquel acontecimiento: mucha, muchísima.
Quizás, numéricamente hablando, como nunca antes. Incluso, lo más
significativo y que seguramente daría qué pensar al filósofo alemán, ha
habido poesía “sobre” Auschwitz, tomando el nombre del campo polaco en
su sentido amplio, como metáfora de los múltiples genocidios nazis. De
hecho, se puede hablar de la emergencia de todo un género que ya se
conoce como la “literatura de la
Shoah” (término preferido en
los últimos años al de “Holocausto”) que englobaría aquella producción
literaria realizada bien por testigos, supervivientes o víctimas
implicadas directamente en el exterminio de los judíos europeos, bien
por escritores que lo han convertido en tema de sus obras, presidida por
la intención de dejar testimonio y contribuir a que “nunca más” suceda
nada semejante."
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