Suerte que en esta sociedad del espectáculo los actores son humanos. Como los guionistas, productores y realizadores. Y la condición humana es lo que tiene, que es humana y a veces nos conduce por vericuetos inesperados que trocan la tragedia en comedia. Tres ejemplos de esta semana:
Al final es imposible que uno persista en su distancia crítica ante Podemos cuando observa el hilarante espectáculo protagonizado por la antaño aristocrática, y ahora cosaca blanca, Esperanza Aguirre en sus desesperados intentos por evitar que la alcaldía de Madrid caiga en manos de la juiciosa Carmena - que le ha dado una memorable lección de elegancia política - o el no menos desternillante y esperpéntico de Trías, azuzado por el
President, intentando reconquistar a cualquier precio la de la Ciudad Condal. Sólo por estos ratos los chicos de Pablito y del inefable poeta Monedero ya se merecen un abrazo como el del de las CUP al de Convergència. Ahora a ver si aquí, en Catalunya, son capaces de resistir la operación masiva de fagocitación que los secesionistas más inteligentes y menos etnicistas han puesto en marcha y
de la que hablaba hace poco, con acierto creo, Xavier.
Y mañana otro
divertimento no menos atractivo: la pitada monumental que le espera al monarca español en su visita al Camp Nou, porque es de suponer que acudirá. Será, probablemente, el primer día de su corta carrera en que se gane - en parte - su sueldo.
Lo dicho. Gracias a la condición humana lo cómico siempre acecha en lo trágico: hay que disfrutarlo.