Frente a aquellos que, con la manida imagen del
soufflé, dan por finiquitado el proceso secesionista una vez más, y en cambio ven abrirse una Nueva Edad en España al mismo tiempo, uno mantendrá el principio que rige esta Crónica: no ve abrirse un nuevo tiempo sustancialmente distinto en España pese a los resultados de Podemos y Ciudadanos. Es más, pese a la alegría que produce que gente a la que aprecio en Madrid, como Gsús Bonilla o Ana Cañamares, que llevan años padeciendo los gobiernos del PP y luchando por intentar desbancarlos, esté de enhorabuena, fuera de la capital y la Comunidad, Podemos se ha quedado corto. El ciclo que comenzó con aquel 15M y los "indignados" no ha dado un vuelco en España como el que los secesionistas han dado en Catalunya y uno no tiene demasiado claro que lo logren dar: PP y PSOE siguen juntando más de10 millones de votos, que son muchos y en las peores condiciones posibles.
En cambio, los secesionistas aunque han sufrido un duro golpe con la pérdida de la alcaldía de Barcelona, no han retrocedido tanto como para dar por finalizado su órdago. De hecho, la correlación de fuerzas apenas ha variado. Entre los que desean ver el retorno a la normalidad por el desinflamiento definitivo del secesionismo arguyendo que del millón ochocientos mil votos a favor de la independencia en la "costillada" del 9N se ha pasado a poco más de 1,400.000 (no incluyendo los de ICV y
Barcelona en Comú lo cual tiene un poco de trampa) y los que insisten en que los secesionistas han ganado siete puntos porcentuales respecto a 2011, lo cierto es que no se observan variaciones significativas: la división en dos partes más o menos similares del país por lo que hace al tema de la independencia se ha enquistado y
los bloques electorales han mantenido sus porcentajes. CiU, ERC y CUP han obtenido un 45,06% mientras que el bloque unionista (PSC, PP, C's) el 31,97% y, en terreno intermedio, ICV, Podemos y compañía algo más del 11%.
No hay apenas movimientos respecto a las autonómicas del 2012 y las europeas de 2014. De desmoronamiento del secesionismo, poco o nada. Cierto que su falta de avance, la pérdida de Barcelona y las encuestas parecerían sugerir un reflujo pero uno tiene la impresión que el
soufflé que ha menguado es el del entusiasmo no el de la fe: se puede tener fe ciega sin ningún entusiasmo o poco como lo ha mostrado, hasta la saciedad, el catolicismo.
Mas, ¿el enquistamiento de la división en Catalunya supondrá el fin de la aventura secesionista? Uno cree, firmemente, que no. Lo que sí podría suceder es que el enfrentamiento inevitable y violento entre el estado español y los secesionistas se aplace o corra en paralelo, si estos dan demasiadas muestras de intransigencia y aparcan la democracia en nombre de la patria, a una confrontación dura entre los propios ciudadanos catalanes. Pero su "larga marcha" está lejos de haber concluido.
El siguiente capítulo: el 27S.
P.S: Lo que tanto disgustaba al
president, que los ciudadanos se "distrajeran" con el debate izquierda/derecha ha sucedido. Pero es que esta "distracción" es sustancial como bien saben aquellos que ejercen el dominio en nuestras sociedades. Como en el caso de las clases, los que saben que existen y cómo, son aquellos que pertenecen a las hegemónicas. De la misma manera, los habitantes de los barrios ricos de Barcelona, que saben lo que podría llegar a estar en juego con el triunfo de Ada Colau, están horrorizados por esta victoria de "los comanches" como se conoce en la ciudad a los habitantes de los distritos al sur de la Diagonal y los de la periferia. Que el eje dominadores/dominados es crucial y que el eje Catalunya/España una "distracción" lo saben muchos... En la izquierda catalana, lamentablemente poco. Y menos que nadie, para disgusto de uno, las CUP.