Tres apuntes finales relacionados con los sucesos de esta semana en Francia.
En cuanto a "lo de
Willy Toledo". Sin pronunciarse acerca de la veracidad o no del vídeo del asesinato del policía,
cuya falsedad asume acríticamente el actor (la ecuación "no sangre + no retroceso + no movimiento corporal = engaño" le parece así a uno, a bote pronto, un poco osada si uno ha tenido entre sus manos un fusil de asalto y ha leído un poco acerca de los
kalashnikov), el problema está en el automatismo metonímico que se produce tras la lectura de la publicación del actor con independencia de "su" intención y dejando de lado la barbaridad contenida en su afirmación tuitera de que "El Pentágono y la OTAN bombardean y destruyen países enteros, asesinan a millones, cada día", que merecería un capítulo aparte. Es imposible no asociar la falsedad denunciada con la masacre del
Charlie Hebdo, con la que se comunica por proximidad espacio-temporal, y no provocar, por tanto, la asociación entre el falso asesinato del policía y una posible falsa masacre, un montaje organizado por servicios secretos, o no tan secretos, para justificar una "caza al árabe" o una acción militar global contra el Estado Islámico o lo que sea. Conspiraciones las hay. Y montajes. Pero parece que negar la matanza - y su autoría - es, a pequeña escala, como el revisionismo o el negacionismo acerca de Auschwitz: al menos casi delictivo intelectualmente. A uno le recuerda, además, en su precipitación y grosería a "lo de"
Javier Bardem y Penélope Cruz que hicieron bueno y hasta razonable a Jon Voight. Que en estos tiempos menesterosos las autodenominadas "voces críticas" sean tan imprudentes y maniqueas no deja de ser lamentable.
Por otra parte, no ha leído uno ni un lamento, ni una observación aguda y de denuncia acerca de la muerte de los dos islamistas abatidos por la policía francesa. No será quien escribe el que la realice pero no deja de ser curiosa esta unanimidad, este asentimiento por omisión, de la opinión pública occidental que, en el fondo, parece considerar justa la ejecución de ambos. No es de extrañar que Marine Le Pen pida un referéndum sobre la pena de muerte. Como en España años atrás, cuando ETA mantenía su pulso con el estado, sus tesis lo ganarían. En fin...
Finalmente, la capacidad coercitiva de estas acciones no debe ser minimizada en absoluto ni relativizada: ejercen una fuerza innegable que cercena la libertad de expresión pues incitan, en el campo específico de la literatura, a la autocensura tanto como el mal llamado "mercado". En este aspecto, los adalides conservadores del choque de civilizaciones tienen, muy a mi pesar, razón. Uno, por ejemplo, no se plantea ningún límite a la hora de abordar, en una situación narrativa o un poema, la religión católica o la judía. Es justo reconocer que no sucede lo mismo con la islámica. Y eso es preocupante porque significa que, en cierto modo, alguno de los objetivos de los fundamentalistas musulmanes está en camino de conseguirse...