Tras dos años de finales de la Liga de Futbol Americano, de
Super Bowl, imposibles de idealizar y embellecer bajo el esquema que uno más aprecia cuando se trata de este deporte, la dualidad entre lo apolíneo y lo dionisíaco (que intenté explicar en su momento en los comentarios "
Nietzsche en Indianápolis I y
II"), vuelve la oportunidad de ver la final de este año entre los eternos
Patriots de Brady y los vigentes campeones, los
Seattle Seahawks, a través de ese prisma y contemplarla como un instante más de la lucha entre estos dos
pathos, y
ethos, mediante los que Nietzsche caracterizó, simplificando, la cultura occidental: Apolo y Dionisos.
Es cierto que el enfrentamiento entre el pulcro y bello Tom Brady y sus blancos y limpios receptores (el gran
tight end Gronkowski o los wide receivers Edelman y Amendola, LaFell sí que es afroamericano) y los musculosos, exhibicionistas, tatuados, afroamericanos y rastafaris defensas de Seattle, Richard Sherman, Earl Thomas o Kam Chancellor, podría leerse desde el modelo del conflicto racial, desde la oposición estética, desde la simple y puramente técnica oposición entre la defensa de los campeones y el ataque de los
Patriots, o desde la perspectiva de la diferente extracción social (Tom Brady, por ejemplo, estudió en la
High School Junípero Serra, un centro católico privado sólo para chicos, mientras que Richard Sherman o Kam Chancellor, defensas de Seattle, estudiaron la secundaria en centros públicos) pero ninguna de estas estilizaciones, con ser adecuadas y oportunas, le resultan a uno tan gratificantes como la de ver (idealmente claro) a "Apolo" Brady, el falo enhiesto, el mariscal al mando, el macho en busca de sus subordinados que recogerán la pelota y evitarán el desparramamiento del semen, el sol, la capital, el Dios, firme tras sus esclavos protectores, inmóvil, faro de luz en noche de tinieblas, enfrentado a los agresivos, musculosos, salvajes, exhuberantes y malversadores de esperma, defensas de Seattle aun más atlética y dionisíacamente prototípicos que mis queridos
Giants. Será, nuevamente, el enfrentamiento de la sequedad contra la liquidez, de la forma contra la confusión, de la línea contra la mancha, de la limpieza contra la suciedad, del estilo contra la fuerza pero esta vez, sin que sirva de precedente (¿o sí?) mis esperanzas irán con Apolo y no con Dionisos.
Está claro que uno se hace viejo...