Navidad no demasiado jubilosa y sin muchos mensajes felices de "muñecas Famosa". Las amenazas de tormenta han proseguido su lenta pero inexorable acumulación en el horizonte y es difícil no esperar días de viento y furia. Con todo, al menos en estas tierras, uno ha disfrutado de una cierta tranquilidad. La intensidad del ruido secesionista se ha amortiguado ligeramente y eso es una buena noticia en términos sensoriales: la contaminación visual, acústica y discursiva producida por banderas, declaraciones, mentiras, medias verdades, verdades y soflamas varias, me deja en un estado cercano al abatimiento y que tiene sospechosas proximidades con las crisis
à la Proust con las que llevo meses deleitándome y agotándome en la larga y pausada lectura de
À la Recherche... que empezó en verano.
Ahora bien, la disminución de los decibelios, la resaca, no me parece que sea el primer paso para el deshinchamiento del globo secesionista como tantos españolistas y unionistas repiten. Incluso los más próximos, amigos o compañeros, están convencidos de que la burbuja nacionalista está estallando al darse de bruces con "la realidad". Como si eso fuera un motivo para abdicar de las creencias nacionalistas...
También algunos secesionistas que frecuento, amigos, compañeros o conocidos, parecen desinflarse. Eran los que creían que el 9 de noviembre se celebraría una consulta, que se ganaría por abrumadora mayoría, que el mensaje de Fin de Año de Mas perfilaría el acto de la ruptura y que en la primavera de 2015 ya viviríamos en una Catalunya independiente: así, sin más, por el puro efecto de la voluntad de "un pueblo" (no de una parte significativa, mayoritaria en su minoría pero al fin y al cabo una porción, de los habitantes de este país).
Otros sin embargo, especialmente aquellos que tienen que conjugar su independentismo sentimental con su condición de empleados al servicio del estado español o que conocen las interioridades del Cortijo catalán que han creado Convergència y el Tripartit (es decir, la absoluta mayoría de las élites políticas catalanas) respiran aliviados porque "largo me lo fiais": pasadas las primeras emociones, ahora ruegan porque la ruptura con España sea gradual, siga un ritmo razonable y les de tiempo a buscar otro trabajo, a jubilarse o a que crezca una nueva clase política menos corrompida y viciada que permita construir un estado algo mejor que el existente, que de todo hay.
No obstante, en la propia naturaleza del entusiasmo nacionalista y de sus diversas variantes, está la necesidad de mantener un ritmo frenético que evite la reflexión, la pausa, la serenidad y el reconocimiento del "otro". No creo que, como quiere creer
Francesc de Carreras en El País, "La principal característica del momento actual es que los
independentistas no saben por dónde tirar, se sienten fracasados y
divididos. Durante dos años, desde septiembre de 2012, han alimentado un
sueño que de golpe han visto que era irreal. El sueño era que una gran
mayoría de catalanes eran partidarios de la independencia. Despertaron
el 9 de noviembre: menos del 30% se apuntaron a ella. No lo quieren
reconocer abiertamente, pretenden seguir en la ficción, pero el
entusiasmo ha decrecido, el cansancio comienza a notarse y los signos de
desilusión también." Se pueden observar esos signos, sí, pero también muchos otros que muestran que el
impasse no es tal sino que se los dirigentes secesionistas están midiendo y calculando los pasos a seguir ante los riesgos que acechan al "proceso": la falta de apoyo internacional, la subestimada capacidad de España para aguantar y la sobreestimada adhesión al proyecto de los ciudadanos catalanes. Pronto se moverán: uno diría que faltan todavía unos meses para el descarrilamiento final y aun está por ver qué tren será el primero en salirse de la vía, si el convoy español, el catalán o, lo más probable, ambos, dejándonos a la mayoría de pasajeros aturdidos, golpeados y a la intemperie entre el fragor del desastre.
P.S: Por cierto, tiene uno la impresión de que las cábalas en torno a cómo desactivar el "efecto Podemos" en Catalunya no son ajenas a las idas, venidas y titubeos de estos días entre ERC, CiU y las organizaciones de la sociedad civil que han tomado la dirección nominal del movimiento. Tiempo al tiempo...