¿Es esta Ilustración incumplida la responsable de Auschwitz e
Hiroshima? ¿Está en tan estrecha relación con ellas que "muestran sus límites"? Pues, repito, si vamos más allá de la figuración, de la sugerencia, hay que ser cautelosos al respecto. Incluso si damos por sentada la pertinencia de la sugestiva narración heideggeriana y derrideana sobre la "metafísica de la presencia", que define y caracteriza el pensamiento occidental, está por ver el papel que las líneas maestras de esta estructura filosófica desempeñan en actos históricos concretos: ¿es tanto el poder de un texto filosófico o de una forma categorial que pasa por encima de condiciones económicas, biológicas, causalidades históricas, azares, etc. e interviene directamente en todos y cada uno de los acontecimientos de la historia planetaria? Pero ciñéndonos al caso concreto de la Ilustración dentro del paradigma ontoteológico occidental, si se analiza el
fenómeno histórico nacionalsocialista no se tarda en llegar a una
conclusión: entre la doctrina nacionalsocialista y la Ilustración no hay apenas puntos en común, del mismo modo que no había ilustrados entre los nazis aunque hubiera muchos
nazis cultos e incluso filósofos (como poetas, músicos, pintores, etc.) y establecer una línea causal entre
Was ist Aufklärung? y la conducta del Departamento IV-B de Eichmann es, cuanto menos, arriesgado. O al menos uno no es capaz de hacerlo ni de imaginárselo. Puestos, con todo, si en Auschwitz hay una negación de la alteridad, que la hay, entronca más bien con
el irracionalismo religioso de raíz cristiana (véase Goldhagen) o el romanticismo que con una Ilustración que, si
bien no le concede al Otro el papel que merece en el conocimiento, sí lo
hace en la
Fundamentación de la metafísica de las costumbres o la
Crítica de la razón práctica en
la forma del imperativo categórico, por ejemplo. La absorción del Otro y
su supresión están más presentes en un Hegel o un Schelling (más
románticos que ilustrados) que en la Ilustración kantiana.
Respecto a
Hiroshima se puede decir que es el resultado del una mentalidad de
cálculo utilitarista (que es ilustrada sólo en un sentido muy vago y
amplio del concepto) o del uso tecnocrático de la ciencia (que tampoco es un producto
ilustrado sino más bien al revés, en todo caso) pero esta afirmación
también resultaría un poco reduccionista. Como metáfora sería admisible
pero si nos la tomamos en serio hay que entrar en no sólo en el análisis
de la evolución de la contienda, en el oportunismo criminal de Harry
S. Truman o en los escrúpulos éticos o su ausencia en los científicos del proyecto Manhattan, por poner algunos ejemplos, sino en el militarismo japonés (que, no hay que olvidarlo,
inició la agresión en China años antes y no precisamente en nombre de un
ideal ilustrado) y en las posibilidades de dar por finalizada la
conflagración mediante un armisticio (los pasos dados por los aliados en este sentido no
dieron fruto pese a que la exigencia de Rendición Incondicional de
Potsdam dejaba la puerta abierta a la continuidad del régimen
imperial y era, por tanto, una rendición menos incondicional de lo que semejaba) o una invasión que, ciertamente, tras los casos de Saipán, Iwo
Jima y Okinawa, se sabía costaría millones de vidas. ¿Fue una decisión
imbuida de principios ilustrados y de moral kantiana? Cabe dudarlo,
francamente.
La narración de trazo grueso que responsabiliza a Occidente (y por extensión y contigüidad a la Ilustración) de Auschwitz no sólo se topa con contraejemplos como los de Ruanda, donde el genocidio de los tutsis se llevó a cabo, ferozmente, en pocas semanas con una eficiencia que hizo palidecer a los
Einsatzgruppen de las SS, o con el microscopio sobre las incoherencias, arbitrariedades, pasos atrás, dudas e irracionalidades del exterminio judío por los nazis (un buen relato lo encontramos en la magnífica obra de Hilberg
La destrucción de los judíos europeos que recoge las idas y venidas, contradicciones, vacilaciones y luchas intestinas acerca del destino de los judíos en las altas instancias del régimen nacionalsocialista), sino con la palmaria evidencia de que Occidente también incluye a Marx, el feminismo, el ecologismo, el pacifismo y el antimilitarismo, Hermann Hesse, Bakunin, Emma Goldmann, Gramsci, o mis abuelos y mis padres a quienes hacerlos corresponseables de alguna manera, partícipes lejanos siquiera, de Auschwitz es, simple y llanamente, una barbaridad de esas que tan ligeramente han utilizado algunos profesionales de la revolución (una revolución, por lo demás, que tiene sus raíces en Occidente y su Ilustración...)
Ilustración y Occidente no se solapan, no se cubren. La Ilustración no lleva a Auschwitz salvo en un planteamiento narrativo muy generalista destinado a
épater le bourgeois (que nunca va del todo mal) o a hacer callar a un adolescente, ni a Hiroshima.
Dicho esto. La vigencia de la Ilustración ¿implica su adopción como programa ético y político? Poco habríamos aprendido del devenir histórico si a lo pretendidamente universal le concediéramos el privilegio de convertir el
desideratum en
factum. El programa ilustrado kantiano puede, y quizás debe, ser ensanchado como señala Rais pero la discusión sobre esta apertura no debe substituir el objetivo de conseguir una sociedad de individuos - ciudadanos - ilustrados, capaces de hacer un uso autónomo de su propio entendimiento y susceptibles de tratar a los otros seres humanos como fines en sí mismos y no como simples medios. Lo cierto es que a las alturas que estamos este objetivo me parece más revolucionario que otros muchos que se visten de tales y no entra en contradicción en absoluto con las doctrinas comunitaristas que propugnan la repartición de la riqueza, algo que se debería seguir del principio de no tratar a los otros como un medio sino como un fin.
Abramos la Ilustración pero no la abandonemos por insuficiente desde la atalaya filosófica cuando su realización empírica está, todavía, tan lejana...
P.S: Con Rais hay tanta proximidad afectiva y conceptual que esta discrepancia de matiz es, realmente, insignificante.