Este fin de semana, la temporada de
Fantasy Football llega a su final. Uno decidió probar unas cuantas ligas en vez de las dos tradicionales, a medias por placer a medias por escapar de esta opresión de lo próximo, de lo cercano, y ha participado en siete con resultados aceptables hasta el momento. Gané una de
College (futbol americano universitario), la primera liga que consigo, que acabó hace ya dos semanas ante gente experta y ducha en esta vertiente del delirio fantástico como el jugador y fotógrafo aficionado
HG_Kuzmann (lo siento amigo). Al final, la ciencia pudo más que la experiencia y, siguiendo a los reputados analistas de este deporte virtual (como si esto fuera la Bolsa) sin conocer más que algún jugador y fiándolo todo a estadísticas, tendencias plausibles y comportamientos razonables, 186-160 al final. En las otras, la fortuna ha sido dispar. En la tradicional, a la que mi querido Paul Cahill me invitó ya hace un par de años, mal. Pero en las demás disputaré tres finales (una en Yahoo, una en Fleaflickr y una en NFL), una final de consolación (en NFL) y sólo en otra no he quedado entre los mejores.
Mientras uno practica el futbol fantástico, la semana pasada Marc y sus Búfals ganaron su quinto título consecutivo de
Flag (dos Copas de Catalunya, dos Ligas de Catalunya y una Copa de España) en tres temporadas - en las que tan sólo han perdido un partido de los más de treinta que han jugado - y debutó como
linebacker (defensa de segunda línea) en la XII edición de la Copa Catalana de Futbol Americano en la que sólo pudieron ser cuartos (de seis o siete, no lo recuerdo bien). Quede dicho por contraste...
El asunto es que estas ligas no sólo vienen a cuento aquí porque uno se lo pase bien, que también, pues es consciente de que a la absoluta mayoría de los lectores de este cuaderno esta rareza les importa un comino, sino porque ayer dio origen a uno de esos hallazgos que todavía no tengo claro si se trata de un síntoma más de la degeneración sistémica de los mundos de la vida occidentales laboriosamente construidos los últimos siglos o una muestra más de que la realidad no es que imite a la ficción, sino que se nutre de ella hasta tal punto de que las consecuencias e implicaciones
del teorema de Thomas deben ser exploradas minuciosamente y ensanchadas para dar cabida no sólo a las creencias, en el sentido habitual del término, sino también a los delirios, las fantasías o las imaginaciones.