12 de diciembre de 2014

De castas


La campaña de acoso a Podemos en los medios de comunicación, en especial en los afines a la órbita filosocialista, es tan virulenta que cuesta aplacar la simpatía compasiva por el atacado aunque no sea santo de nuestra devoción: es lo que tiene la observación desapasionada de la inquina.

El otro día Félix de Azúa, que nunca ha gozado de las simpatías de quien escribe en su calidad de pensador (sic) aunque le merece mejor valoración como novelista, realizaba en El País una demoledora y acertada crítica de la "casta" que nutre las filas de los cuadros dirigentes de Podemos y sobre la que estos guardan un sospechoso silencio: la de los profesores universitarios. Totalmente pertinente, adecuada y razonable, su exposición encuentra, sin embargo, una objeción fundamental al rosario de motivos para desconfiar de los chicos de Pablo Iglesias que aduce Azúa y tiene, como su diatriba, un carácter absolutamente falaz: es una objeción tan ad hominem como la suya pero pese a serlo no puede ser pasada fácilmente por alto como no lo puede ser su artículo. ¿Por qué cuando el señor de Azúa disfrutó del corrupto régimen endogámico de la Universidad española - que acoge a la absoluta mayoría de profesores universitarios del ramo de las llamadas Humanidades o Ciencias Sociales sin apenas excepciones - no emprendió la misma feroz crítica que ahora realiza?

Recordemos su currículum universitario según Wikipedia: "En los años ochenta inicia la docencia universitaria, primero en la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de Zorroaga (San Sebastián), dependiente de la Universidad del País Vasco, y luego en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Cataluña, donde en 1993 obtiene por concurso la plaza de catedrático en el área de conocimiento de Estética y Teoría de las Artes" (por concurso...)