9 de septiembre de 2012

Y aun más sobre "La educación prohibida" (II)


Como uno cree que debe intentar ser justo incluso con aquellos que se detesta (no es el caso de aquellos a los que se odia, afortunadamente) hay que decir que muchos de los más feroces partidarios de "la educación prohibida" son buenas personas que creen, honestamente, en lo que dicen.

No se les puede reprochar un primer defecto de base que empieza a viciar su andamiaje teórico: el nivel epistemológico de la Pedagogía, es decir la Pedagogía como ciencia, es inferior al de la Gastronomía y apenas ligeramente superior al del Fantasy Football. Es decir, es más fácil realizar predicciones con éxito contrastable en la cocina que en la Pedagogía ( y en opinión de uno en el Fantasy Football también pero admito que se basa en una observación individual y prejuiciosa...). Y tampoco se les puede acusar de haber bebido ese cocktail en el que se ha mezclado la psicología evolutiva de Piaget, las versiones mal entendidas y peor digeridas del constructivismo en Biología y Teoría de Sistemas, la moralina de la corrección política, la lógica de los falansterios, la liberación sexual, el anarquismo de cerveza y guitarra, la ñoñería, el buenismo, el hippismo, el redencionismo misionero de la izquierda laica pero cristiana en realidad, las estrategias metodológicas convertidas en "mantras" como el "aprender a aprender", el relativismo dogmático y abusivo, pinceladas soberbiamente incomprendidas de Foucault, Lacan o de falsarios como Althusser, etc. Tan sólo cabe criticarles que lo hayan bebido sin medida, sin precaución y que hayan caído mondos al suelo presas de una cogorza conceptual que desconcierta al más pintado.

Porque, dejando de lado las abundantísimas simplificaciones, equivocaciones, deficiencias argumentativas y principios morales y religiosos convertidos en enunciados pretendidamente pseudocientíficos que infestan ese complejo y polimorfo universo del que se nutre la educación prohibida, el principal problema de las versiones más osadas de este mejunje es su totalitarismo imprudente. Quizás a los niños pequeños pueda enseñárseles desde el juego, sin utilizar lo más mínimo el aprendizaje memorístico (aunque los números y las letras y su grafía... ¡en fin!), sin coartar su impulsividad y creatividad (para lo bueno y para lo malo, ¿no?), insistiendo más en los instrumentos que en los contenidos (como si fuera tan fácil separarlos), volcando grandes dosis de afectividad en ellos, tratándolos como iguales, fomentando la horizontalidad y la diversidad, etc. Pero ese modelo, so pena de cancelar la propia evolución psicológica del Padre Piaget, sólo es válido, y dentro de unos límites para determinadas edades. A adolescentes de diecisiete años, por ejemplo, no se les puede ni se les debe aplicar este esquema que uno ha simplificado por mor de la plasticidad. Y menos aún a los universitarios.
Pero es que tampoco a los niños/as de doce años, que deben habérselas con un mundo en el que no sólo hay límites políticos fascistas y represivos sino también límites naturales (o biofísicos) y sociales, así como un altísimo nivel de complejidad de los eventos que acaecen desde el plano microatómico al macrocósmico, que presumiblemente sólo pueden evitar caer en la superstición, la ignorancia, el dogmatismo religioso o la frustración anómica si aprenden contenidos, utlizan la memoria, reprimen sus instintos primarios (como el de tocar el culo al vecino/a o al profesor/a durante la clase o fuera), introyectan que hay una diferencia entre saber y no saber y que algunos saben y otros no, etc.

Aplicar a todas las etapas educativas ese batiburrillo es "de juzgado de guardia": distingamos, maticemos, atendamos la diversidad y la pluralidad...

Ufff! Si es que parece tan de sentido común...