22 de febrero de 2012

De nuevo en El Prado (III)


Pero donde definitivamente el modelo del arte como instrumento cognitivo se frustra es, por ejemplo, con la maravillosa Composición VI de Kandinsky también recogida en la muestra del Hermitage. Su interpretación, sustraída de la lógica de la mímesis, que estiliza los elementos del mundo a representar y los muestra, más que los representa, valiéndose del color y no del dibujo como elemento dominante y de la modelización y no de la reproducción fiel de los objetos, ya no nos sirve, al menos inmediatamente, como fuente de conocimiento: su principal valor es estético. Sólo en un segundo momento puede funcionar epistemológicamente y no tanto como signo de los acontecimientos fácticos como signo del propio arte, de su evolución.

Ahora bien, la extraordinaria pintura de Kandisnky también ilustra un principio parcialmente abandonado: la utilidad de la interpretación de la obra de arte para su comprensión. Sin la guía auditiva que ofrecía por un módico precio (!) el museo, el tema principal del cuadro, "el diluvio", no es inmediatamente accesible a la percepción del espectador medio (por ejemplo del que escribe). El comentario, la exégesis, debe formar parte de la valoración de la obra de arte si no se quiere reducir ésta a la simple consideración del gusto. Un gusto contra el que no hay nada que decir salvo cuando quiere abrogarse el papel de árbitro único de la evaluación de la obra de arte y aplana sus posibles dimensiones reduciéndolas a una sensación que responde a un estímulo.