Que Littell corrió en
Las benévolas el riesgo del fresco frente al retrato, de la composición frente al elemento, del artefacto artístico frente a la comunicación de la experiencia, lo muestra perfectamente
Lo seco y lo húmedo en donde en poco más de cien páginas penetra en la naturaleza del fascismo y en la personalidad de un destacado nazi belga, Leon Degrelle, tanto o más que en las centenares de páginas de su gran novela inicial.
El ensayo, pese a algunos abusos retóricos ligados a la tradición de la filosofía y el psicoanálisis francés de la segunda mitad del siglo XX, trata de explorar las hipótesis de
Klaus Theweleit sobre la psique fascista expuestas en
Männerphantasien. Theweleit, uno de los escasos investigadores que se ha tomado la molestia de leer muchos textos "fascistas" o "nacionalsocialistas" (no son sinónimos, aunque sean dos variantes de un mismo tipo de totalitarismo), considera que el fascismo se distingue más que por su forma de gobierno o su sistema económico, por su producción de lo real, por su construcción del ser que emana de una peculiar constitución psíquica. El fascista, o "hombre-soldado", es un individuo desprovisto de Yo, en términos psicoanalíticos. No habiendo realizado el Edipo, no se ha liberado de su extremo vínculo sexual y afectivo con la madre y no ha accedido a una socialización real. No ha castrado el deseo incestuoso y no ha aceptado el principio de la realidad y por ello funciona con un simulacro de Yo que sólo puede sostenerse mediante apoyos externos: la ley, la patria, el ejército...
Independientemente de la validez o no de la hipótesis de Theweleit -que debería juzgarse, en todo caso, en concurrencia y no competencia con otras hipótesis culturales, sociológicas, económicas, psicológicas, históricas, ideológicas, etc.- lo interesante del ensayo de Littell es su aparente aplicación al caso Degrelle y la brillantez de su retrato. Esta vez, y hay que insistir en ello, dejando de lado algún abuso retórico, Littell ilumina a un fascista que deviene nazi y con él al mismo fascismo y al nazismo, en pocas y excelentes páginas. Su iluminación no es completa. Es un fogonazo, un foco que se proyecta sobre una figura y deja ver algunos rasgos y oculta otros pero abunda en una convicción que uno comparte con él: el nazismo puede ser de todo menos únicamente vacío. El "modelo Eichmann" de Arendt, la banalidad del mal, no sólo es discutible e incompleto, aunque pueda aplicarse a algunos nazis y tampoco necesariamente al propio Eichmann, sino que puede llegar a ser pernicioso para nuestra comprensión del genocidio que asoló Europa durante los últimos años de la primera mitad del siglo XX. Su ensayo sobre Degrelle, muestra que algunos nazis y fascistas no estaban huecos sino que por contra estaban demasiado llenos, insoportablemente repletos.