El frío en Barcelona nunca es objetivamente terrible. Sin embargo, cuando se posesiona de la ciudad por varios días lo sentimos como inusualmente duro. Nos consolaría saber que se trata de una ola polar o siberiana pero casi nunca es así. Claro que cualquiera nos dice que esto no es frío. El argumento del barcelonés es inmediato: "Es que el frío aquí es más húmedo y cala más". Y con ello obtenemos una primera recompensa: nos reconfortamos y podemos explicar lo aguda que es nuestra percepción de la baja temperatura.
Así ha sido más o menos desde que tengo uso de razón. Pero ahora se ha añadido un nuevo argumento: hace más frío por el "cambio climático". El invierno del año pasado que fue largo, frío y lluvioso se explicó por la misma regla de tres que ya había dado razón del inusualmente benigno de hace dos años. Este principio también justifica los veranos secos y los lluviosos. De hecho, cualquier oscilación brusca o inesperada se explica por el consabido fenómeno. Y, por supuesto, su contrario: la misma persistencia sin oscilaciones.
No niego que sea una hipótesis razonable, verosímil y bien fundamentada científicamente de la que nosotros hacemos un uso generoso y poco refinado. También incluyo a los periodistas, especialmente a los meteorólogos, en esta categoría. El problema es que el abuso de esta hipótesis que ya es tesis me parece sintomática. Y me lo parece porque ya existe toda una industria construida alrededor del "cambio climático" de la que viven, y gracias a la cual se enriquecen, muchas personas.
De la misma forma que en la exasperación mediática de la pandemia que asolaría Europa este otoño, la temida Gripe A, tuvo mucho que ver, entre otros factores, el
lobby farmacéutico, en la milenarista conciencia del "cambio climático" veo elementos, como mínimo, sospechosos: entre ellos un todavía difuso
lobby de empresas e instituciones que nos proveen de estudios, informes, reuniones internacionales, congresos, etc. Y
el artículo del
Washington Post sobre cómo los partidarios más fervientes de la hipótesis del "cambio climático" desoyen argumentos y escatiman contrajemplos y posibles pruebas alternativas que pudieran dificultar la continua verificación de su tesis no ha contribuído, precisamente, a despejar mis dudas: "¡Que la realidad no nos destruya una buena teoría!". En el mejor de los casos la reluctancia sería sólo una muestra de dogmatismo. Mas en el peor de los casos, poderoso cabellero sería don dinero.
El "cambio climático" es una hipótesis que tiene más pruebas a favor que en contra pero todavía es una hipótesis, no una verdad científicamente establecida. Si sus partidarios ignoran los aspectos conflictivos y rehúyen el debate nos están haciendo un flaco favor y se lo están haciendo a ellos mismos.
Hay que ser precavido y no confiar ciegamente en aquello en lo que se mueva alguna cantidad de capital de la que se provean muchos individuos agrupados en empresas, instituciones o colectivos. Si no debemos fiarnos ni de la lotería, de la que se benefician, en principio, muchos individuos pero en pequeños grupos y peñas o aisladamente, menos de cualquier titular, dogma, hipótesis o principio del que infiramos, razonablemente, que puede ser una fuente de acumulación de capital.