Supe de Robert Lowell por mi querido Manuel Fuentes hará unos cuatro o cinco años. No tiene nada de extraño. He pasado muchos años alejado de la poesía, como ahora de la filosofía y cuando hice el doctorado rehuí las asignaturas de Historia de la Literatura porque me apasionaba más el concepto y su juego con la metáfora que la narratividad hagiográfica y la taxonomía, tan subjetivas y sometidas a la arbitrariedad. En otras palabras: que no tenía ni idea de quien era Lowell hasta hace pocos años.
En aquel momento mi libro
Filosofía de la minucia estaba varado al final de una cola que siempre se engordaba encima de la mesa (es un suponer...) de Bartleby. De la entusiasta apreciación de Jorge Riechmann, que fue el primero en leer el manuscrito, y la aceptación por parte de Manolo Rico (que debió ser el segundo) ya habían pasado más de dos años y su salida se iba posponiendo. Fue cuando se lo pasé a Manolo por si quería hacerle un Prólogo y así sacudir la languidez que empezaba a rodearlo y que se prolongaría algún tiempo más... Unos... ¿cuatro años? Sí, más cuatro que tres...
Manolo leyó el todavía manuscrito y se comprometió a poner su saber hacer al servicio del texto no sin antes hablarme del poema "Caroline in Sickness" de Robert Lowell y recomendarme vivamente su lectura. Puse cara de póker, no conocía ni a Lowell ni menos aún el poema, y Manolo delicadamente pasó de puntillas sobre mi ignorancia. Al día siguiente compraba
Day by Day en la traducción de Losada en una librería del Paseo de Gracia y lo situaba en la mesita de noche, al lado del
Omeros de Walcott que estaba releyendo, como inmediata lectura.
Han pasado varios años así que cuando pienso en aquel día es normal que sienta un poco de vergüenza. No obstante, esta sensación se queda pequeña ante la opresiva sensación de que la flecha del tiempo ha adquirido ya velocidad de crucero y está más próxima a su objetivo que al arco del que salió.