25 de enero de 2015

Contra el relativismo cultural


Si el relativismo es una estrategia más de cualquier arsenal escéptico encaminado a mantener la buena salud intelectual a través de distintas medidas de higiene metodológicas y profilácticos conceptuales no cabría combatirlo sino, al revés, incentivarlo. El problema desde hace unas décadas es que, lejos de servir a un acogedor y morigerado sentido común escéptico, se ha convertido en un marco de pensamiento proveedor de una dogmática tan peligrosa como las derivadas de los universalismos absolutistas. Un protagonismo especial en este sentido lo ha tenido una modalidad del relativismo, el cultural, en el que buena parte de la izquierda romántica, no-marxista y antiilustrada ha apoyado sus sermones sobre la inconmensurabilidad de las culturas, su singularidad extrema, la inexistencia de valores universales a través de los cuales juzgar conductas... y articulado un multiculturalismo vacuo, engañoso e hipócrita. Es éste uno de los casos en el que el relativismo ha suministrado una fuente tan continuada de "infecciones" intelectuales de primer orden que su crítica es una tarea urgente en nombre de una prudencia que acepta y requiere, como instrumento crítico, de un relativismo débil, no dogmático.

Uno de los tótems de éste es la hipótesis de Sapir-Whorf que afirma la coextensión entre pensamiento y lenguaje y concibe a este último como un sistema completo y cerrado que "produce" una concepción de la realidad y, las subsiguientes conductas, que difieren de lengua a lengua y que se ha transformado, en su forma menos refinada, en un rechazo de la existencia de cualquier característica cultural universal que algunos extreman hasta negar una posible comunidad biológica (en forma étnica o racial) de la especie humana.

Pues bien, un reciente estudio ha vuelto a poner en tela de juicio la axiomática ingenua de los relativistas culturales. En el artículo "Music induces universal emotion-related psychophysiological responses: comparing Canadian listeners to Congolese Pygmie" los autores, tras realizar una investigación experimental sobre las respuestas psicofisiológicas a la música de un grupo de canadienses y otro de pigmeos congoleños, concluyen que "Results suggest that while the subjective dimension of emotional valence might be mediated by cultural learning, changes in arousal might involve a more basic, universal response to low-level acoustical characteristics of music". Dicho sea de paso, Esther me señala que parece que se haya descubierto la "sopa de ajo" pero que es algo fácilmente constatable en la vida cotidiana porque las armonías consonantes, en principio, resultan fácil e inmediatamente accesibles al oído mientras que son las disonantes las que precisan de un aprendizaje cultural de la Historia de la Música para superar la inicial sensación desagradable y poder ser apreciadas estéticamente.

Asimismo, otro estudio realizado en el Max Planck Institute for Psycholinguisti acaba de mostrar que uno de los mantras preferidos por los relativistas, especialmente por los posmodernos en el ámbito filosófico, el que hace referencia a la importancia del théorein (del ver, del mirar) en la cultura Occidental (que aquí sí pasaría por encima de las diferencias entre lenguas para formar un tótum revolútum) frente a otras culturas que privilegiarían otros sentidos o, al menos, otras metáforas cognoscitivas, debe ser puesto entre paréntesis. Según señala El País: "En las 13 culturas analizadas, la vista es el sentido al que los humanos dan más importancia. En todas, las palabras y verbos relacionados con ver, mirar, observar, ojear, leer... suponen más del 60% de los vocablos referidos a los sentidos. En el chino mandarín, por ejemplo, en una hora de conversación, aparecen 72 usos de verbos relacionados con la vista. El 84% de las palabras sensoriales tenían que ver con este sentido.
En los grandes idiomas occidentales analizados, el porcentaje de presencia de palabras relacionadas con la vista oscila entre el 70% y el 80%. En algunas culturas hay palabras con significados multisensoriales donde solo el contexto permite saber si la expresión se refiere a uno u otro sentido o a algo más íntimo y menos físico. Es el caso del "sentir" español o el sentire italiano. Solo hay una cultura, la de los tzeltales de Chiapas (México) que hablan una lengua de origen maya, donde el vocablo multisensorial  a'y es más frecuente que los relacionados con la vista. Pero, aún así, el análisis de sus conversaciones muestra que la mayoría de las veces se usa para referirse a este sentido. La vista sería entonces el más universal de los sentidos". En la presentación del estudio que figura en la web del Instituto se señala: "When people converse in their day-to-day lives, they often speak about what they hear, smell, taste or feel. First and foremost, however, they talk about their visual perceptions. This is the conclusion of a team of scientists headed by Lila San Roque, Kobin H. Kendrick, Elisabeth Norcliffe and Asifa Majid at the Max Planck Institute for Psycholinguistics in Nijmegen in the Netherlands, who conducted a study of 13 languages from around the world. However, they found no evidence of a fixed hierarchy of the other senses in the speakers’ linguistic usage. They therefore conclude the hierarchy of the senses is shaped by both biological predispositions and cultural influences".

¿Empezará por fin a resquebrajarse la hegemonía del relativismo cultural?