17 de febrero de 2012

Del uso del término "paleoprogresista"


Un conocido censura el uso del término "paleoprogresista": "es un término acuñado por la COPE y su entorno" me dice, para añadir a renglón seguido, "y recuerda que las palabras tienen amo" acudiendo a Lewis Carroll.

Evidentemente no existe un uso inocente de ese término. Uno cree ser consciente de su origen y lo aplica independientemente de él porque cree que describe una figura de cruce actual: pretendidos progresistas anclados en el modelo del '68 que no son capaces de moverse un ápice de los límites marcados por ese marco y, mucho menos, proceder a una crítica razonada de estos que monopolizan el discurso del cambio social y perjudican la causa de la justicia social y la emancipación.

Entendámonos: hacer como si nada hubiera pasado, como si el tardocapitalismo agonizara indefectiblemente, como si no hubieran caído los regímenes socialistas, como si la revolución sexual no escondiera una nueva forma de opresión (recordemos Foucault), como si el utopismo no estuviera -en la mayoría de los casos, no en todos- estrechamente ligado con la ingeniería social genocida, como si existiera el determinismo contextual y la libertad, la posibilidad de la negación, la decisión soberana del sujeto de pronunicar el "non serviam!" fuera epifenoménica, como si debajo de los adoquines no hubieran otros adoquines es pura y simplemente conservadurismo, resistencia a aceptar la falibilidad de las cartografías construidas para orientarse entre los acontecimientos, dogmatismo, religiosidad aunque se la llame "fidelidad a los principios".

Y en cuanto a que "las palabras tiene amo" hay que recordar que contra Lewis Carroll está, por ejemplo, Jacques Derrida: "Pertenece al signo el ser lisible con derecho incluso si el momento de su producción se ha perdido irremediablemente e incluso si no sé lo que su pretendido autor‐escritor ha querido decir en conciencia y en intención en el momento en que ha escrito, es decir, abandonado a su deriva, esencial. Tratándose ahora del contexto semiótico e interno, la fuerza de ruptura no es menor: a causa de su iterabilidad esencial, siempre podemos tomar un sintagma escrito fuera del encadenamiento en el que está tomado o dado, sin hacerle perder toda posibilidad de funcionamiento, si no toda posibilidad de «comunicación», precisamente. Podemos, llegado el caso, reconocerle otras inscribiéndolo o injertándolo en otras cadenas. Ningún contexto puede cerrarse sobre él. Ni ningún código, siendo aquí el código a la vez la posibilidad y la imposibilidad de la escritura, de su iterabilidad esencial (repetición/alteridad)" ("Firma, acontecimiento, contexto", Márgenes de la Filosofía, p358)