Uno todavía recuerda cuando en los ochenta el "imperialista" Reagan ordenó bombardear Libia (aunque no muy exactamente pues pensaba en 1984 y no en 1986, gracias
Wikipedia...) . Una hija de Muammar el Gaddafi murió en aquella acción y muchos de nosotros, izquierdistas de rigor totalitario, salimos a denunciar la "agresión imperialista" sin decir palabra acerca del régimen del coronel. Ya nos estaba bien. Era antiimperialista...
Hoy, veinticinco años después, aquel sátrapa al que una buena parte de aquella izquierda realmente existente veneró hasta finales de los ochenta, parece que ha ordenado bombardear a su pueblo para conjurar las revueltas que se extienden a lo largo y ancho del país.
No sé si Estados Unidos ha dejado de comportarse como una potencia imperialista, aunque diría que no del todo; tampoco tengo mucha confianza en que estas revueltas en el mundo árabe acaben donde la mayor parte de la prensa occidental espera que finalicen, más bien todo lo contrario y el paso de una fragata y un barco de transporte iraníes hoy por el Canal de Suez no contribuyen precisamente a refutar las sospechas de uno. Mas lo que sí que está claro es que muchos cometimos el error de juzgar con distinto -y estúpido- rasero a las que juzgábamos finiquitadas democracias burguesas occidentales frente a los esperanzadores y utópicos totalitarismos en transición hacia el paraíso en la tierra.
Es difícil calibrar el daño que hemos hecho. Seguramente no mucho gracias a nuestra insignificancia. El más preocupante es el que nos hicimos a nosotros mismos...