15 de agosto de 2021

Y acabando sobre el asesinato de los Romanov: Roberts, Carr, Trotsy y Serge


 

Para acabar la reflexión sobre la estilización de algunos relatos históricos y sus riesgos. Sophy Roberts describe con esta plasticidad casi "gore" el asesinato de la familia Románov por los bolcheviques:
 
"Los bolcheviques apuntaron primero al zar, dándole en el pecho, para después desatar una descarga de balas que llenó el recinto de humo. Uno de los ejecutores vomitó. A otro lo alcanzó en el brazo una bala rebotada. El pelotón esperó a que se disipara el humo y luego apuntó al zarévich. El muchacho se desplomó de su asiento al suelo, malherido, pero respirando aún. En vista de que las balas no parecían penetrar en los cuerpos de las chicas, los ejecutores recurrieron a cuchillos y bayonetas, resbalando en los charcos de sangre del suelo. Les llevó veinte minutos acabar con todos. La hija más joven, Anastasia, fue la última de los Románov en morir: le aplastaron el cráneo a culatazos" (Los últimos pianos de Siberia", pg. 168).
 
Quiero pensar que si hubiera leído una descripción de este estilo en vez de, por ejemplo, la omisión del asunto en el archiconocido libro de E.H. Carr (La revolución rusa. De Lenin a Stalin [1917-1929]), en la crónica que escribió Trotsky (Historia de la revolución rusa) o, sobre todo, el relato clínico de Victor Serge, tal vez no lo hubiera tenido tan fácil para justificar lo injustificable. 
 
Escribió Victor Serge:
 
"Algunos anarquistas y socialistas-revolucionarios de izquierda, recelosos de los bolcheviques, preparaban un golpe de mano contra la casa Ipatiev. Los proyectos que tenía en la mesa el Vtsik eran otros; hubieran querido que el proceso del zar se llevase a cabo por los proletarios del Ural. Este proceso había de abrirse a finales de julio. Trotski habría actuado de acusador público. La aproximación de los checoslovacos apresuró el desenlace. La Checa de Ekaterimburgo acababa de descubrir un complot de oficiales y de detener a varios enviados del embajador de Serbia, Spalaikovich. El día 12 de julio el Soviet levantó acta de la imposibilidad de realizar un proceso: los checoslovacos se acercaban por dos lados; podían apoderarse de la ciudad antes del fin de la semana. Se decidió proceder a la ejecución de los Románov sin tardanza y a la destrucción completa de sus despojos, a fin de no dejar reliquias para el futuro.
 
Se dio el encargo de proceder a la ejecución a un obrero de la fábrica de Verj-Isetks, Piotr Zajarovich Ermakov, con un grupo de hombres de confianza. En la noche del 15 al 16 de julio, hacia las doce, se invitó a Nicolás II, a la zarina, al zarevich Alexis, a las cuatro jóvenes grandes duquesas, al doctor Botkin, al aya y al preceptor del ex heredero del trono (en total 11 personas), a que se congregasen en una habitación de la planta baja. Aguardaban un nuevo traslado. Se alinearon frente a hombres armados. Alguien les leyó, en nombre del Soviet regional, la sentencia de muerte, que ni siquiera tuvieron tiempo de comprender bien. «¿No nos trasladan entonces?», se limitó a decir Nicolás II, sorprendido. No tuvo tiempo de volver de su sorpresa. Al cabo de unos momentos los Románov eran ya solo un montón de cadáveres caídos contra una pared agujereada por las balas. Un camión llevó sus despojos, envueltos en mantas, hacia una mina abandonada, situada a ocho verstas de la ciudad. Una vez allí, se les registró cuidadosamente las ropas; en los vestidos de las grandes duquesas se encontraron gran número de brillantes; una vez quemados los cadáveres, se enterraron las cenizas en un pantano próximo. La destrucción fue tan completa que, a pesar de dos años de investigaciones obstinadas, los blancos no consiguieron encontrar nada." (El año I de la Revolución rusa).
 
La estilización: "Al cabo de unos momentos los Románov eran ya solo un montón de cadáveres caídos contra una pared agujereada por las balas"... Una ejecución, un instante, casi sin sangre y mucho menos crueldad... Un proceso que debería haberse celebrado pero no pudo ser...