20 de diciembre de 2015

"La escuela contra el mundo" (II)



A Luri no le faltan motivos para ser escéptico respecto a la noción de "currículum oculto" y a su uso: es tan imprecisa, aunque la mayoría de los buenos conceptos descriptivos en ciencias sociales lo son, que su falta de límites precisos ha fomentado su utilización indiscriminada y bobalicona: un exceso de retórica y una retórica excesiva ante la cual seguramente lo más sensato sea retroceder alarmado.

En la Wikipedia podemos hallar la definición que realiza Michael Haralambos: "The hidden curriculum consists of those things pupils learn through the experience of attending school rather than the stated educational objectives of such institutions" ("El currículum oculto consiste en aquellas cosas que los alumnos aprenden a través de la experiencia de acudir a la escuela más allá de los objetivos educacioneales de dichas instituciones"). Hasta aquí poco que objetar salvo la ya mencionada vaguedad que permite que se aplique a tal amalgama de fenómenos dispares que uno puede legítimamente pensar que estamos ante uno de esos términos-saco que no dicen nada porque lo dicen todo: conocimientos, enseñanzas, temas, frases, personas, relaciones, instituciones, actos sociales, espacios, tiempos, etc. La misma Wikipedia, en su versión en castellano, muestra ese riesgo inflacionario: "Cualquier entorno, incluso actividades sociales y recreacionales tradicionales, pueden brindar aprendizajes no buscados ya que el aprendizaje se vincula no solo a las escuelas sino también a las experiencias por las que pasa una persona (sean estas escolares o no)". Puestos, todo cabe en el currículum oculto y si todo cabe es que no hay nada en él que valga la pena ser considerado como propiamente suyo. Es lógico, pues, mantener como mínimo una distancia prudente más cuando en torno a él se orquestan dogmáticas supuestamente radicales que están muy lejos de comprender en toda su complejidad el complejo educativo como las de la desescolarización o esas sociologías educativas que consideran la escuela como réplica del cuartel o la fábrica.

Ahora bien, que se abuse del concepto y se utilice desaforadamente no invalida la tesis fundamental que sustentaría: en la escuela, al lado de la enseñanza explícita y verbal existe una enseñanza implícita y no verbal. La configuración del espacio de enseñanza, su distribución, no es inocua, neutral, no significativa: aula, tarima, pizarra y pupitres tienen una función que no se agota en la de organizar eficazmente el lugar para hacer posible el desarrollo de una clase. No hace falta recurrir a los trabajos de Foucault, especialmente a su Surveillir et punir, para comprender que los objetos no son meras entidades inertes dispuestas casualmente. Las ciencias sociales hace décadas que han entendido esta significatividad de lo material y los debates y anuncios de las campañas electorales son buena prueba de cómo el conocimiento de las condiciones físicas de los entornos de actuación es cualquier cosa menos irrelevante. Asimismo, la selección curricular sería también indicativa: sus presencias, sus ausencias, las horas dedicadas a unas disciplinas en detrimento de otras, su secuenciación, sus rupturas o reiteraciones son cualquier cosa menos gratuitas, inintencionadas, indiferentes y lo que dejan fuera es tan interesante para comprender un sistema educativo como lo que proclaman.

2 comentarios:

  1. Currículums ocultos ...
    Sí, pero como demostrarlos.
    Todo es un caos deformado

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    1. Quizás en el cómo demostrarlos esté la clave para evitar el uso abusivo del concepto. Por ejemplo: que en el currículum de Filosofía se estudiara Nietzsche en vez de Hegel no sería un acto gratuito ni motivado seguramente sólo por motivos intrínsecos. Esta "ocultación" de Hegel diría mucho acerca de qué se quiere enseñar y cómo. De la misma forma, postergar la Geología o suprimirla en beneficio de la Emprendeduría en el Bachillerato también diría mucho, ¿o no?

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