Un último apunte, de momento, sobre uno de los motivos del
déficit moral de la opción que ha escogido el movimiento secesionista:
la autoindulgencia. Miquel, catalanista, más bien de izquierdas y casi
seguro, apuesta uno, votante histórico de Iniciativa per Catalunya,
comentaba el otro día por teléfono: "¿Te imaginas la que se armaría aquí
si una candidatura nacionalista española situara a su candidato a la
presidencia en el número cuatro de la lista e incluyera en ella, como
"pesos pesados" a Perales y Butragueño? ¿No la destriparíamos aquí y nos
estaríamos riendo a carcajadas del montaje?". Pues eso. Nadie, entre
mis amigos y conocidos secesionistas, ha esbozado la más mínima crítica
ante la articulación de la candidatura de CiU y ERC, con un
president in pectore
agazapado en el número cuatro por Barcelona y con "pesos pesados" como
el Perales local (Lluís Llach) o el Butragueño de turno (Pep Guardiola). Lo peor, que esta observación constructiva es tomada, ya, por algunos de ellos como un ataque. Afortunadamente, los hay que todavía son capaces de admitir las objeciones sin revolverse furiosamente o mirarle a uno como si fuera un agente al servicio del CNI. Mientras estos sigan siendo capaces de amortiguar el sentimentalismo no todo está perdido, moralmente hablando, para el secesionismo.
Mas no cabe ser optimistas. Como tampoco - menos todavía - de la capacidad del estado español de hallar una salida airosa a este contencioso.