Anoche volví a ver el
Telenotícies después de más de dos meses y medio. Hubo un tiempo en que los informativos de TV3, sobre todo si los comparaba con los de las cadenas españolas, le parecían a uno lo más próximo a la tradición de la BBC a este lado de los Pirineos. De eso no queda nada o bien poco. Pero fue un reencuentro hermoso. Hubo, por una vez, bastantes noticias del mundo - aunque la porción dedicada al ámbito local fuera excesiva - narradas con algo de aquella mesura y equilibrio que ahora tanto faltan, especialmente en el espacio doméstico. No puedo evitar añorar aquella forma de hacer informativos televisivos. Como echo de menos
El País de finales de los setenta y primeros de los ochenta o, pese a todo, el aire derechista de
La Vanguardia. Ahora, el primero es una especie de folleto publicitario de las empresas del antiguo
holding PRISA y el segundo un tabloide que da bandazos: estas últimas semanas está tomando distancia con la empresa soberanista que antes jaleó indecentemente.
Estos días he recordado que muchas de las conversaciones navideñas con amigos y conocidos que viven fuera de Catalunya y de España estuvieron presididas por el tema de la secesión. Y, curiosamente, aunque su valor indiciario sea nulo, la mayoría coincidieron. Son personas de formación humanística e ideología inequívocamente progresista que ven con simpatía el apetito secesionista, incluso lo aplauden y desdeñan la "caverna mesetaria" pero acaban, para uno esquizofrénicamente, concluyendo - no se sabe cómo - que el empeño independentista es un craso un error que sólo perjudicará a Catalunya y que el statu quo no debería ser roto...
Por cierto, también, a título indicativo, un amigo me comentó que en algunos círculos moderadamente izquierdistas, y más o menos intelectuale, antaño federalistas de la capital del reino se ha abierto paso una sensación de hartazgo similar, estructuralmente, a la que domina en los sectores radicales soberanistas catalanes: están hartos de Catalunya y la prefieren fuera de España...