La propensión a prolongar nuestra existencia en los hijos siempre está ahí. Al menos en estos tiempos de la historia del mundo o de la historia de las sociedades occidentales. Uno ha procurado limitar al máximo los riesgos de esa tendencia y está por afirmar que, en muchas ocasiones, lo ha logrado. En otras, por supuesto, no. Con todo, el balance era moderadamente satisfactorio. Esta semana pasada, sin embargo, surgieron dudas a propósito de Marc y su afición al fútbol americano.
El 11 de septiembre celebramos su undécimo aniversario. Uno de los regalos, traído por el joven con el que sale Clàudia desde New York, fue una réplica de una camiseta de los
Eagles de Philadelphia: la de Michael Vick. Está claro que la pasión por este deporte que profesa Marc le debe mucho a este vicio que uno padece desde que vio, con Rais, la
Super Bowl de 1985 en una noche de frío, Filosofía, alcohol y amistad.
Por ello, cuando el miércoles acudió al primer entreno del equipo de fútbol americano de Barcelona donde quiere jugar, los Búfals, fue difícil evitar una sensación ambivalente y dediqué toda la jornada a disuadirlo.
Cuando llegamos al campo y contempló la enorme cantidad de castillos y armarios fibrosos, musculosos, enormes, que poblaban el campo y miré a Marc, con sus 11 años recién cumplidos, su camiseta de Vick y su poco más de metro cincuenta, entrar en aquel bosque uno se sintió profundamente culpable: tenía la certeza de que a los cinco minutos saldría despedido con alguna fractura grave por culpa de esa transmisión de lealtades y gustos que ha procurado amortiguar.
Sin embargo, nunca había visto la expresión de felicidad tan plena que llenó su rostro cuando le pasaron su primera pelota y la recibió correctamente: allí, en medio de aquellos jóvenes hercúleos -el menor de los cuales le lleva tres años- se movía Marc provisto de una inolvidable sonrisa que no le abandonó durante las dos horas de duro entrenamiento que, probablemente, fueron dos de las mejores horas de su corta vida hasta ahora.
Uno se siente menos culpable. De momento. Veremos cuando caiga la primera lesión. Esperemos que tarde lo más posible pero acontecerá. No se puede ser tan tonto como para creer que él será distinto. Procuraré mortificarme lo justo. Perdóname Marc si llega a ser el caso.