Seis años del final de la agonía de mi padre. El recuerdo no se borra aunque los bordes más afilados de su sufrimiento se atenuan. El domingo visitamos su tumba: un ritual que cobra cada vez más sentido conforme nuestra vida se va consumiendo. Breve visita. Acto de recuerdo y resistencia contra la Naturaleza y su tiempo.
A la vuelta, en el coche, distendidamente comentamos con mi madre y mi hermano detalles sobre testamentos y últimas voluntades y compartimos una reflexión sobre el carácter industrial del incineramiento, al que desde siempre habíamos estado inclinados, y la posibilidad de recuperar el enterramiento para nuestro caso. Ya se verá... Seguro...