20 de febrero de 2016

Klemperer y Rosenberg (I)


Este verano, la lectura de la traducción castellana (incompleta) de los Diarios de Viktor Klemperer fue seguida en septiembre por la correspondiente (también incompleta) de los de Alfred Rosenberg. Diarios de víctima y criminal que sugiereron muchas vías de comparación, análisis y reflexión de las que podrían explorarse, aquí y ahora, un par a título de ejemplo: la relevancia de las expectativas socialmente producidas en la evaluación de los textos literarios por un lado (al tiempo más acá y más allá del "horizonte de expectativas" de Jauss) y, por otro, algunos argumentos a tener en cuenta a la hora de trazar hipótesis sobre las causas, el desarrollo y las condiciones de participación de verdugos y víctimas en el intento de exterminio de los judíos europeos por parte de los nazis entre 1933 y 1945 a fin de determinar las responsabilidades morales .

Respecto al primer camino, para un lector que no pueda realizar ninguna "suspensión" fenomenológica y que haya sido mínimamente orientado por la crítica, como buena parte de los destinatarios de la que podría denominarse "alta literatura", no tanto de la "trivial" (aceptemos esta distinción por su utilidad y dentro de unos límites), resulta prácticamente imposible colocar ambos "autores" a la misma altura. De hecho, al nazi casi nadie le consideraría como tal. La condición moral de ambos que el lector recibe como parte fundamental del contexto, dejando de lado si ha sido establecida tan sólo históricamente - de forma contingente - o en términos absolutos, regula la lectura y le otorga un valor literario muy diferente a ambos. Difícilmente nadie se atrevería a otorgárselo a lo escrito por Rosenberg mientras que sí a las palabras de Klemperer. ¿Es posible que, si como decía Northrop Frye, no dispongamos de criterios para distinguir una estructura verbal literaria de una que no lo sea, la calidad literaria se deba por tanto, exclusivamente, a una suerte de determinación socio-histórica?

Una muestra. El 2 de agosto de 1934 es una de las pocas fechas en que coinciden las entradas de ambos. Ese día, el de la muerte del mariscal Hindenburg y cuando las repercusiones del asesinato del presidente austríaco Dollfuss ocupaban el centro de la actualidad política, uno escribe:

"Ya ayer, en la portada de los periódicos: los asesinos de Dollfuss –así no los llamaban, sólo sus nombres– habían muerto «de pie y con valentía», uno había gritado: «Muero por Alemania, ¡Heil Hitler!», y repitió todo el tiempo «¡Heil Hitler!» hasta que lo estrangularon."

Y el otro:
"A todos -incluso a quienes nunca han esperado gran cosa del carácter de los italianos- les ha sorprendido que Italia haya tratado el caso Dollfusss de un modo tan indecente


En una serie tan corta de elementos verbales resulta difícil apreciar cualidades literarias pero si estuviesen atribuídas autorialmente es más que probable que el primer movimiento del lector fuera concedérselas al de Klemperer sobre el de Rosenberg debido a esa mediación del elemento moral presente en constitución de las expectativas.

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