25 de febrero de 2016

Acerca de "Contra la Nueva Educación" (II)


No sólo se trata de un texto apetitoso que incita a su consumición voraz por el calado de su empeño, sino que también resulta seductor por su estilo. Alberto escribe con buen gusto, sabe entretener sin desviarse del curso de la argumentación y combina la ironía, el buen humor, la descripción ágil, el recurso a los refranes, las citas populares y las apelaciones coloquiales y cómplices en sus valoraciones, con la precisión en el razonamiento que le sirve de apoyo: no se pierde en el juego de la facilidad y la soltura pese a la tentación. Y es especialmente persuasivo cuando su narración construye la ficción de un autor que se exaspera y recurre al sarcasmo, a la ironía afilada, para mostrar que el edificio aparentemente bien construido y sólido de esas "innovaciones" pedagógicas es, en realidad, una fachada de cartón-piedra tras la que sólo se ocultan escombros amontonados y pilas de objetos inservibles que se intentan hacer pasar por estancias cómodas, amuebladas y funcionales.

Por ejemplo, en el caso del coaching. Siguiendo la estela de sus maestros Ricardo Moreno Castillo y Gregorio Luri, Alberto trata de exhibir la vaciedad de la retórica que utilizan y que es, además, la que inunda gran parte de la pedagogía dominante: sus ambigüedades, imprecisiones, ampulosidades así como la vaguedad de los conceptos que usa.

"Profundizando un poco más, veo que el programa de coaching educativo, por mucha modernidad que quiera aparentar, cae en los mismos sinsentidos, las mismas vacuidades, de la más trasnochada pedagogía, tanto en los procedimientos («aprendizaje vivencial», «metodología puramente práctica») como en los objetivos («ayudar a identificar y comprender el efecto de las creencias limitantes» —qué demonios será esto—, «ayudar a transformar el fracaso en lecciones aprendidas», «mejorar en la gestión emocional»), la exigencia al profesor de que «torne conciencia del impacto que provoca la labor docente sobre el aprendizaje del alumnado, aprenda a manejar esquemas y patrones de observación de aula, y emplee herramientas para aportar evidencias de la observación en el aula» (¿se referirá a las gafas?) o «los contenidos», algunos de ellos tan innovadores (iay!) como: programación, metodología y evaluación de un aprendizaje centrado en las competencias. Y todo ello envuelto en tópicos tan gastados como el «nuevo rol del profesor», el «curri-culum del siglo XXI», y a partir de metodologias chic como el rote playing, el «aprendizaje experiencial» y el feedback" (p81).


[Dicho sea de paso, Alberto es benévolo en este caso concreto: hablar de una "metodología puramente práctica" es una estupidez de gran calibre ¿Hablando seriamente, cómo va a existir una metodología sin componente teórico? ¿Únicamente y "puramente" práctica? Cualquier metodología, por muy cateta que sea, debe contener un elemento teórico, el mínimo que permita aplicarla al menos en dos situaciones posibles, sino no sería ningún tipo de "metodología", ningún camino a seguir, ningún procedimiento regulado y regulable, ninguna serie de protocolos que puedan guiarnos ante una multiplicidad de casos diferentes. ¿Y qué decir del concepto de "creencias limitantes"? ¿Es que hay alguna creencia que no lo sea, que no ponga límites para dejar fuera una serie de estados de cosas que juzga inadecuados, insignificantes o, lisa y llanamente, inexistentes? ¡En fin! ]


Para, seguidamente, hacer atravesar al lector el umbral de las puertas de la edificación y enseñarle, de la mano de un terapéutico sarcasmo, las ruinas y los desperdicios que el decorado disimula: 

"Continuando con la amplia, que no interesante, formación que aporta la página web del centro Europeo de Coaching Ejecutivo (CECE), me detengo a leer varios textos que defienden este método. En el primero de ellos, Ana Romeo (psicóloga, orientadora psicopedagógica, coach educativo y conferenciante), en su artículo «Evidencias del coaching», cita las experiencias en el Colegio Divino Maestro  de Madrid y en el de Nuestra Señora de La Merced de Tres Cantos, pero debernos imaginarlas, pues no las describe (y eso que en el título hablaba de «evidencias»). Decepcionado, me fijo en un segundo articulo: «Reflexiones sobre la educación que viene o debería venir», de Roberto Luna-Armas («bloguero, twittero y curioso de las personas y del talento humano»), que apuesta por «lo cuantitativo en detrimento de lo cualitativo, no me pregunten por en qué sentido porque no tengo la menor idea, y por «tambalear poco a poco los principios básicos que nos hablan de conocimientos y no de valores o de habilidades», para derivar en loas a la felicidad y el «viva la gente, la hay donde quiera que vas, ¡hey!» porque «la educación es la base del ser humano, de la humanidad, y es lo que nos convierte en seres no solo pensantes, sino vivientes, y porque nuestra sociedad debe avanzar no solo en la materialidad, sino en la emotividad y la espiritualidad», Bien, ¿se han enterado ustedes de lo que es el coaching? ' Yo tampoco. Y esto es precisamente lo más peligroso: cuando alguien no es capaz de argumentar los beneficios de algo, mal asunto. Cuando todo se reduce (o más bien se extiende, porque la incontinencia verbal está alcanzando cotas insospechadas) a palabrería hueca y pseudafectiva, el panorama es más preocupante, si cabe, que cfuando la amenaza tiene un mínimo de rigor y precisión" (p82-83).

1 comentario:

  1. Te agradezco también aquí tu valoración, Jorge. Ya sabes que la estima es recíproca.

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