Ayer Wolfgang Borkner, a quien está dedicado el poema "En construcción" de Las vidas de las imágenes, pasó por Barcelona con su familia y se tomó un "Bitter KAS" en la terraza mientras sus hijas pequeñas se servían una tostada con nocilla y lidiaban con la fatiga del coche. Pasamos revista al pasado y al presente y, sorprendentemente, hablamos de fútbol. Alejado como uno procura estar de la TV y de los medios digitales, de igual forma que apenas se ha enterado de los fastos del vodevil monárquico de abdicación y coronación, había pasado de puntillas por el asunto de "La Roja" que, al parecer, había ocupado mucho espacio comunicativo.
Fue divertido comprobar, una vez más, que ambos hemos estado la mayor parte de nuestras vidas en países por los que no sentimos demasiado aprecio: Wolfgang siempre ha querido vivir en España y uno acarició el proyecto de trabajar y vivir en Alemania durante los años de juventud. Ahora, ambos objetivos yacen en el depósito de proyectos frustrados y han sido sustituidos por proyecciones sublimatorias. Una, a cierto nivel y en determinadas condiciones, es el fútbol: ya en este mismo cuaderno, durante la pasada Copa del Mundo de Sudáfrica, uno dejó constancia de sus preferencias por la Mannschaft por encima de "La Roja" y eso no ha cambiado: espero que la selección alemana gane el torneo a ser posible batiendo a Brasil en la final y a Holanda en semifinales. Wolfgang, en cambio, suspiraba por la victoria de España de la que estaba convencido ayer por la tarde. Tornas cambiadas y anti-naturales (como si el espectáculo del deporte de competición fuera natural) que provocaron una esperpéntica y extraña conversación.
Por la noche, no quise regodearme y no le llamé para comentar el resultado: España eliminada, para gozo de algunos - bastantes - secesionistas de por aquí, que lo celebraron por todo lo alto pese a toda su retórica del "país hermano" y perplejidad de los medios españoles incapaces de entender que esta selección era una versión mejorada del que probablemente será considerado mejor equipo de la historia contemporánea, el Barça, y que sin Xavi y sin el "toque", si la selección se sustenta en la hombría de bien, el centro y el remate de los madridistas, es un equipo vulgar. La retransmisión de Telecinco fue, en ese sentido, ejemplar: tras insistir en la necesidad de verticalidad madrileña durante más de media hora, cuando ésta se convirtió en el eje de juego de "La Roja" no pasó nada en absoluto y la derrota fue más dolorosa todavía que contra Holanda, donde aun se jugó un poco a fútbol. Sin Xavi, España tiene poco que ofrecer y Xavi parece haber dejado atrás su cénit, como buena parte de los futbolistas del Barça. Sin el estilo de juego del Barça, "La Roja" es difícil que vuelva a ser hegemónica.
De hecho, y barriendo para "casa", si la Mannschaft es favorita no es sólo por tradición y determinación, y porque deba ser así - como ya reconoció en su momento Gary Lineker -, sino porque es el equipo que se acerca más al estilo de juego que ha hecho de España una de las mejores selecciones de la historia y casi absoluta dominadora del panorama futbolístico en los últimos 6 años. Esperemos que Mertesacker y compañía acaben levantando el trofeo en Maracaná.
Sobre la relació entre art i vida
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