29 de septiembre de 2013

Ocho años


Hoy, más o menos a la hora en que escribo esta nota, se cumplen ocho años de la muerte de mi padre. En su conmemoración no sólo se entrecruzan la nostalgia, el ritual, el fetiche o el dolor atenuado pero aun vivo. También en la insistencia del memento uno encuentra la terca obstinación en denunciar la crueldad de la peor violencia posible mediante la resistencia a que la victoria de la muerte sea total y absoluta: a que su triunfo culmine en el mismo instante en que borra una existencia.