Ayer pude recoger a mi hermano en el aeropuerto. El momento más feliz de estos últimos tiempos. Con él, mamá, Esther, Clàudia y Marc alrededor de la mesa supe que estábamos viviendo una nuestras últimas cenas todos juntos. Espero que pasen bastantes años hasta que esta evidencia se haga patente pero no cabe ninguna duda: quedan muchas menos en el horizonte que las que ya se acumulan en nuestras espaldas. También tuve tiempo para recordar, como siempre, al único ausente: mi padre. Por lo demás, que se acaben pronto las Navidades religiosas. Y las comerciales ya.