La lacra que el constructivismo, o mejor su deficiente comprensión -o lisa y llanamente su incomprensión-, ha supuesto para las disciplinas humanísticas, especialmente para esa tan peligrosa por su eficacia política, que es la pedagogía, comienza a perder fuerza.
Hay síntomas de rechazo en muchos ambientes académicos y mediáticos (excepto en las facultades de Pedagogía y las Escuelas de Magisterio, donde la pandemia de la mediocridad teórica parece seguir campando a sus anchas) y comienzan a proliferar las objeciones, cuando no los repudios.
El otro día uno leyó en un
Blog francamente interesante, la autoría del cual desconozco, una fácil y comprensible refutación de la acrítica y desquiciada aplicación del constructivismo al ámbito educativo:
http://pseudopodo.wordpress.com/2011/11/14/el-constructivismo-bien-entendido/Excelente.