6 de diciembre de 2010

6 de diciembre de 2010: la sublevación de Kronstadt (y III)


Uno no puede simplificar tampoco y proclamar con la fe del converso: ¡qué canallas eran Trotski, Lenin y compañía y qué puros e inocentes los sublevados de Kronstadt! Es evidente que de la lectura del manifiesto de las tripulaciones de los barcos ¿quién no asumiría hoy día la mayoría de las reivindicaciones y las consideraría justas y legítimas? Mas estamos en un determinado régimen social y una específica evolución histórica que influye -que no determina- nuestra valoración y ese expediente no puede ser simplemente solventado con un carpetazo del estilo "Da igual, esos valores son intrínsecamente y objetivamente buenos para todos los hombres".

Por otra parte, puede llegar a entenderse la lógica de Trotski y sus justificaciones: se deducen lógicamente desde sus presupuestos. Y seguramente no andaba demasiado desencaminado cuando criticaba el optimismo anarquista. Y es que eso tiene el totalitarismo, que es muy razonable, perfectamente razonable. Mas con ello no se está afirmando que lo sea porque la razón sea totalitaria. La racionalidad puede ser totalitaria pero también puede no serlo. Lo que se afirma es bien distinto: que el proyecto totalitario es metódico, razonable, justificable, argumentado y puede llegar a ser extremadamente complejo y sofisticado hasta el punto de parecer perfectamente lógico y nada contrario al sentido común. Sólo tiene un problema: es en sus márgenes donde se apunta su naturaleza criminal. En las notas, en los descuidos, los artificios retóricos, los ornamentos, las concesiones al público, la relajación discursiva. En aquellos lugares donde el texto debe conceder un espacio a la exterioridad argumentativa aflora con toda crudeza la violencia totalitaria: no en el cuerpo laborioso e intrincado del texto.

Así, cuando uno leyó la argumentación trotskiana en este texto no prestó atención a la última línea: "Estas últimas 'gentes de Kronstadt', también serán aplastadas, es verdad que sin el uso de las armas, puesto que, afortunadamente, no tienen una fortaleza". Tan sólo lo consideró un ornamento retórico.

El problema, y con él el problema de la percepción del totalitarismo es que en esa pizca de retórica final está contenida, in nuce, gran parte de la lógica criminal de la empresa totalitaria...