17 de octubre de 2010

17 de octubre de 2010: ... y también Eduardo Mendoza


Y otra de premios más. Mendoza gana el Planeta y, de nuevo, siempre que el Premio no se lo dan a uno o a uno de los nuestros comienzan los "peros"... En este caso no por el autor cuya novela La ciudad de los prodigios es una de las más extraordinarias, en mi modesta opinión, de las últimas décadas al igual que La verdad sobre el caso Savolta, sino por la dificultad de comprender cómo se puede presentar a un premio que, en el horizonte de los marginados en el campo literario, es decir, en el de los que nunca lo podrán ganar, simboliza con más fuerza que ningún otro la total sumisión del arte al poder económico. Vale decir, en su descargo y en el del Premio, que el Planeta simplemente expresa de una manera desnuda lo que decenas de otros premios, así como editores que premian, editores sin premios, críticos y autores con o sin premios, expresan de manera más velada: que la literatura es, también, un negocio, un gran negocio para algunos que viven o esperan vivir de él.

La luz de octubre nos provee de un cielo alto y lejano. Las hojas amarillentas de la glicina empiezan a caer. Que le aprovechen, a Eduardo Mendoza, los seiscientos mil euros. No sé si su obra, ni él, los merecen o no y me da igual. Es un gran escritor y el premio Planeta sigue siendo, a mi juicio, un premio detestable por lo que simboliza. lo cual no exime a los demás participantes "progresistas", "independientes", "subversivos", "malditos" o "marginales", de sus responsabilidades como jugadores en esa partida que domina Planeta.