5 de octubre de 2009

L'arbore di Diana y la distinción entre forma y contenido


La representación de L'arbore di Diana, una ópera buffa de finales del s.XVIII (se estrenó en Viena en 1787), puede servir como ejemplo para poner en tela de juicio la pertinencia de algunos excesos postmodernos en torno a la superflua distinción entre forma y contenido. Transformada por algunos en una reliquia que debe cancelarse ante evidencias como que "el contenido
es la forma" o "la forma es el contenido" estas extrapolaciones excesivas del célebre "el significado está en posición de signficante" pìerden a menudo su potencia descriptiva en beneficio del dogma.

Que la distinción no puede ser absoluta no significa que sea falsa, falaz o ficticia. Argumentos teóricos se han dado ya en muchas ocasiones. Ejemplos empíricos también. Uno de ellos muy reciente: la versión que Francisco Negrín ha hecho de esta ópera que, aunque tuvo en su momento un gran éxito internacional, difícilmente pasaría hoy día más que por una obra de tercera línea. Sin embargo, la dramaturgia de Negrín logra que resulte "legible" por encima de sus posibilidades hasta adquirir una categoría sorprendente: gracias al trabajo sobre una forma que se puede distinguir del contenido.

Si la forma hubiera respetado el tratamiento fiel, la recreación historicista, si se hubiera plegado a un contenido inseparable concebido como substante por su temporalidad, probablemente el producto hubiera sido decepcionante. Gracias a que la forma no es el contenido es posible que una obra más bien discreta pueda alcanzar una cierta excelencia.

En la "Hoja Informativa", núm. 86 del Gran teatre del Liceu, dedicada a L'arbore di Diana, en la entrevista a Negrín se puede leer:

"GTL– Y como nos explica la incursión en el mundo de la animación japonesa conocido como manga?
F. N.– Justamente lo que hemos hecho ha sido actualizar la estética barroca. No deja de ser un espectáculo barroco con una estética moderna. Los personajes mitológicos son una característica de los dibujos manga, y justamente en esta ópera encontramos la lucha de dos dioses, dos mundos contrapuestos: por un lado, el de Diana... y, por otro, el del Amor... justo para resaltar un mundo andrógino, que se aleja de la realidad de los mortales, justo lo que hallamos en la estética manga, una estética de personajes irreales, pero que no dejan de ser jóvenes, bellos, fashion i kitsch."

P.S: Por cierto. Un contraejemplo empírico de gran peso que se podría aducir para sostener la necesidad de eliminar la dualidad forma/contenido sería, más que los textos de Tzara o la música de Stockhausen o Lutoslawsky, Chiquito de la Calzada, ese genio que hizo del chiste una pura forma que parece constreñir el contenido en los márgenes del formalismo de un lenguaje estilizado. Pero eso es harina de otro costal.